Por: Manuel Guerra
No hay nadie más fanático que un converso, ni peor enemigo que un renegado. Abundan testimonios de la trayectoria de estos personajes que pasan por la historia mostrando el lado sombrío de la especie humana; cuyas vidas, con frecuencia, van asociadas a traiciones, crímenes, delaciones, abyecciones de diversa índole.
Un renegado no es solo un disidente, alguien que discrepa, cuestiona y se aleja de sus convicciones y correligionarios. El disidente acciona en el plano de las ideas; en el renegado el factor visceral pesa más que el intelectual, está motivado por el odio, el rencor, por tanto, no le interesa el debate, el razonamiento, la demostración científica de sus argumentos; lo que le interesa es la destrucción de sus antiguos aliados, se hunde directo en la miasma y desde allí realiza su labor de enmierdamiento, recurriendo a las más groseras mentiras, a la calumnia, a la manipulación inescrupulosa de los hechos.
Es una ley universal que toda organización tenga sus adeptos, sus disidentes y sus renegados. En circunstancias de crisis o de grandes dificultades se pone a prueba de qué madera están hechas las personas, la solidez de sus convicciones, la lealtad con sus principios. Resulta complejo discernir las causas y el proceso que lleva a que un individuo se convierta de pro en anti, de defensor en detractor, de amigo en enemigo, de un militante que abraza la ética en un personaje que asume el pragmatismo del todo vale. Seguramente existen factores ideológicos y circunstancias favorables a que una cosa se transforme en su contrario, pero también deben intervenir factores psicológicos, traumas, fallas en la personalidad que explican el descenso a la vileza.
Patria Roja también tiene su lista de renegados, unos encallecidos de vieja data, otros que hacen sus pininos con mucho empeño. Cual hojarasca inútil pululan de un lado a otro y se alquilan al mejor postor. Se los ve haciendo la labor de escuderos de aprendices de caudillos, de asesores de enemigos del Partido, de fungir de defensores gremiales manifestándose en contra de la “intromisión” de Patria Roja en esos espacios, de dárselas de muy sabidos tergiversando en las redes sociales las declaraciones o escritos de los dirigentes de nuestro Partido, de publicar documentos apócrifos a nombre de la Juventud Comunista.
Eudocio Ravines, colaborador de Mariátegui y secretario general del Partido fue el primer y mayor renegado que tuvimos. Si el Amauta dejó una huella y continuadores de su obra, Ravines dejó también su estirpe de renegados y traidores que en actual contexto de decadencia moral y degradación de la política sacan cabeza e inflan el pecho. Algunos todavía hablan en nombre de la izquierda, pero ya sabemos cómo será su metamorfosis, en qué terminarán convertidos. Tal es el destino de los renegados.