Hacia finales del siglo XIX el Perú aun no terminaba de resarcirse de las consecuencias de la Guerra del Pacífico..La derrota sufrida, sumada a la guerra civil desatada en pleno conflicto con Chile, no solo significó perdida de territorios, recursos naturales, vidas humanas, sino también la ruina económica, que las clases dominantes pretendieron resolver recurriendo a empréstitos que a la postre significaron mayor dependencia de nuestro país al capital extranjero. Para resolver la escasez de mano de obra, los terratenientes costeños recurrieron a la importación de coolíes chinos, a los que sometían a una brutal explotación en condiciones de semiesclavitud.
Las inversiones extranjeras de la época se orientaron a la explotación del algodón, lana, caña de azúcar, el guano la minería y el petróleo. Esta economía de exportación dio lugar al desarrollo limitado de una industria manufacturera de bienes de consumo inmediato, destacando la industria textil, cuyas fábricas se concentraron en la capital, donde el desarrollo industrial y portuario dio lugar a nuevos servicios y actividades comerciales. Esto, sumado a la importación de productos manufacturados llevó a la crisis a la producción artesanal y con ello a la proletarización de sus trabajadores.
Hicieron crisis asimismo las organizaciones gremiales artesanales que se habían organizado con fines asistencialistas, de ayuda mutua, deportivos y culturales. En su lugar aparecieron los primeros Congresos Obreros formados al calor de las luchas que protagonizaron los tipógrafos, panaderos, textiles, portuarios. La huelga de los obreros textiles en una fábrica de Vitarte en 1896 fue el primer gran conflicto industrial. En 1904 los obreros portuarios del Callao realizaron una huelga que se prolongó durante 20 días y que fue reprimida duramente, ocasionando la muerte de FLORENCIO ALIAGA, considerado el primer mártir del movimiento obrero peruano. En 1905, en las celebraciones del 1° de Mayo se acuerda iniciar la lucha por la Jornada laboral de ocho horas. De este modo la clase obrera ingresaba con fuerza en la historia de nuestro país.
En los andes vivían cuatro quintas partes de la población peruana y el crecimiento del latifundio a costa del despojo a las comunidades campesinas, agudizaba los conflictos sociales; la mayor parte hablaba quechua y sufría el desprecio de mistis y mestizos. La población indígena carecía de derechos ciudadanos y era sometida a formas de explotación, abusos y vejaciones que venían desde la colonia y que provocaron numerosas protestas campesinas que fueron aplastadas a sangre y fuego, como es el caso de la matanzas de Cuturi y de Chupa en 1911, de Azángaro y Chucuito en 1913, de Layo y Toroyoc en 1921, de Jaquira, en Grau en 1928, por solo citar unos casos. Las haciendas costeñas asimismo fueron escenarios de importantes luchas que costaron sacrificios y la vida de numerosos mártires, como el caso de la masacre de Parcona, en Ica y las huelgas de los trabajadores de las haciendas Casagrande, Chicama, Cartavio, Roma, entre otras de la costa norte.
Por otro lado, grandes empresas extranjeras habían constituido enclaves para la explotación minera en la sierra del país, generando con ello la proletarización de campesinos, quienes muchas veces eran reclutados a la fuerza y sufrían la más terrible explotación en los socavones. En la sierra central la Cerro de Pasco construyó un enorme latifundio minero y agrícola que entre 1910 y 1930 retuvo la mayor parte de producción de plata del Perú.
En sus inicios el movimiento obrero estuvo influenciado por las ideas anarquistas difundidas en nuestro país por Manuel Gonzales Prada, quien fue el primer intelectual que se vinculó a los sectores populares y que reaccionó contra los ideólogos de las clases dominantes, quienes consideraban a los peruanos como «ingobernables», «pueblo enfermo», «antipatriotas», actitud, que como bien señala Julio Cotler «era idéntica a la que los conquistadores españoles habían mantenido hacia el pueblo andino conquistado.»
Los círculos anarquistas realizaron una activa labor de difusión en órganos de prensa entre los que destacaron Los Parias, Simiente Roja, El oprimido, La verdad, y el más importante de ellos, La Protesta. En este último escribieron dirigentes obreros como Manuel Caracciolo Lévano, Delfín Lévano, Luis Felipe Grillo, entre otros.
1918 es un año importante para la centralización de las organizaciones obreras, pues se constituye la Federación Obrera Local de Lima, agrupando a gremios de panaderos, textiles, gráficos, ferrocarrileos, zapateros, sastres, mosaistas, picapedreros, jornaleros, trabajadores marítimos y otros, asumiendo la lucha por la conquista inmediata de la jornada de 8 horas. La huelga que con esa finalidad iniciaron los obreros textiles de Vitarte en diciembre de ese año, fue reforzada por el resto de sindicatos textiles y a los pocos días el conjunto del movimiento obrero se plegó a la lucha. A ella se sumaron también la Federación de Artesanos, y la Federación de Estudiantes del Perú. El paro general convocado para los días 13, 14 y 15 de enero de 1919 fue total y contundente
El gobierno de turno respondió con brutal represión a esta jornada. Se clausuraron los medios de prensa obreros, se detuvieron a dirigentes, se suspendieron las garantías individuales y se hizo entrar en acción a las fuerzas militares que irrumpieron a sablazos en las manifestaciones. Pero la combatividad obrera, a la cabeza de los sectores populares, pudo más y el gobierno se vio obligado a negociar. Finalmente el Presidente Pardo emitió un decreto el 15 de enero reconociendo la jornada de 8 horas.
La conquista de la jornada de las 8 horas marca un hito importante en la historia del movimiento obrero en nuestro país, pero mostró asimismo los límites de las ideas anarquistas que postulaban al sindicalismo revolucionario como gestor de la revolución desde los sindicatos y la huelga general como antesala de la revolución social. La Primera Guerra Mundial había convulsionado al mundo capitalista y la revolución bolchevique de Octubre de 1917 señalaba nuevos derroteros en la lucha por la emancipación de los trabajadores.
En el mes de marzo de 1923 José Carlos Mariátegui apareció nuevamente por las calles de Lima después de un destierro de cuatro años ordenado por el gobierno de Leguía. Durante su estancia en Europa Mariátegui se nutrió de las ideas socialistas y conoció de cerca los movimientos revolucionarios que se operaban en el viejo continente bajo el influjo de la revolución de Octubre. El Amauta retornó al Perú con un claro propósito, el de contribuir la construcción del socialismo peruano. Uno de los primeros pasos que dio fue vincularse a la Universidad Popular Gonzáles Prada, donde tomó contacto con los obreros y dictó conferencias sobre la historia de la crisis mundial
En el año 1924 la salud de Mariátegui se vio seriamente afectada, al punto que para salvarle la vida tuvieron que amputarle una de sus piernas. Después de una pronta convalecencia, acechado por la enfermedad y la pobreza, el Amauta retomó con renovados bríos las tareas que se había impuesto, desarrollando una intensa actividad intelectual, política y organizativa para poner los cimientos del socialismo peruano. Colaboró con las revistas Mundial y Variedades, en 1925 publicó La escena contemporánea, en setiembre de 1926 fundó Amauta, en 1928 funda Labor, ese mismo año publica los célebres 7 Ensayos de Interpretación de la realidad peruana, y en 1929 sus esfuerzos para centralizar la organización de los trabajadores se vieron coronados con la creación de la CGTP.
Pero la piedra angular de la arquitectura mariateguista fue la fundación del partido de la clase obrera peruana, acto que se llevó a cabo el 7 de octubre de 1928, con la participación, además de Mariátegui, del escritor Ricardo Martinez de la Torre, los obreros Julio Portocarero, Avelino Navarro, César Hinojosa y Fernando Borja, y el vendedor ambulante Bernardo Regman.
La fundación del Partido se realizó en medio de profundos cambios que se operaban en el país y en el escenario internacional. El mundo capitalista avanzaba hacia el desencadenamiento de la crisis de los años 30 en medio de convulsiones y conflictos sociales. Durante el gobierno de Leguía el país atravesaba un impulso de modernización capitalista bajo el dominio del imperialismo norteamericano, cuyos capitales habían llegado a ser predominantes en la economía peruana. El nuevo escenario requería de respuestas teóricas y organizativas acordes con la situación. A Mariátegui le toco el mérito de introducir las ideas socialistas en el país y de disputar la conducción de los trabajadores, primero con el anarquismo y luego con los planteamientos de Haya de la Torre, quien atribuía a las clases medias y no al proletariado el papel de conductor del cambio social, propugnaba un partido pluriclasista en lugar de un partido de la clase obrera y veía factores positivos en la dominación imperialista puesto que permitiría el desarrollo del capitalismo en el país, en contraposición a las tesis del Amauta que señalaban que frente a los problemas estructurales de la sociedad peruana que las clases dominantes no habían podido resolver, las tareas de la revolución democrática y antiimperialista habían pasado a manos del proletariado como parte de su lucha por el socialismo.
Mariátegui no legó al partido recetas ni formulas hechas, sino un ejemplo, una actitud y un estilo de cómo debe asumirse la política revolucionaria. Marxista convicto y confeso, repudió el seguidismo dogmático y se esforzó por estudiar y buscar respuestas a la realidad peruana, actitud que resumió en su conocida sentencia que la revolución en el país no será calco ni copia, sino creación heroica del pueblo peruano. Afirmó sus convicciones socialistas sin caer en el sectarismo estrecho, ni la frase hueca. Supo vincularse a lo más avanzado de la intelectualidad de su época, realizó critica literaria, se mantuvo informado de los acontecimientos que se operaban en el escenario internacional, y no obstante sus recursos limitados, se cuidó de adquirir las novedades editoriales de Europa.. En esta visión totalizadora de la política, el Amauta asumió el papel de propagandista, de organizador, de ideólogo, de incansable trabajador de la causa socialista. En los cortos seis años que median, desde su regreso de Europa hasta su muerte ocurrida en abril de 1930, con la salud quebrantada y la estrechez económica, realizó una obra monumental y nos dejo una valiosa herencia que debemos valorar y continuar.
La prematura muerte del Amauta significó un duro golpe para el Partido. El núcleo de dirigentes, encabezados por Eudocio Ravinez, que asumieron la conducción no habían asimilado plenamente el marxismo, ni contaban con la solvencia intelectual de Mariàtegui. Estas limitaciones se revelaron pronto, cuando tuvieron que conducir al Partido en el escenario sumamente complejo de la lucha de clases de esa época. La crisis capitalista que se desencadenó en 1929, barrió con el leguiìsmo, generó inestabilidad política y agudizó los conflictos sociales, al punto de colocar al país al borde de la guerra civil. Las masas se radicalizaban y buscaban conducción, abriéndose condiciones excepcionales para el crecimiento del Partido y para generar en el país una corriente de pensamiento favorable al socialismo y la revolución. Pero esto se desaprovechó debido a la incapacidad de una conducción partidaria que terminó refugiándose en el seguidismo que tanto había combatido el Amauta. La aplicación dogmática de la táctica de «clase contra clase» pregonada por la Tercera Internacional, terminó por conducir al Partido al izquierdismo, a abandonar la política de alianzas preconizada por Mariàtegui, a introducir métodos liquidadores en las relaciones partidarias y en el seno de las masas. De este modo se afianzó la visión de partido «secta» y se abandonó un espacio que fue hábilmente aprovechado por al APRA, que en pocos años paso a convertirse en un partido de masas.
Se iniciaba de este modo una etapa nefasta y oscura en la vida del Partido, donde se sepultó la tradición mariateguista y por largos años se erró entre el izquierdismo y el derechismo, entre el sectarismo y el colaboracionismo. La II Guerra Mundial y el ascenso del fascismo tuvieron profundas repercusiones en nuestro país. Hacia 1936 la Tercera Internacional propició la creación de frentes antifascistas para detener esta amenaza que se cernía en Europa, política que en el Partido se entendió como colaboracionismo y que lo llevó a apoyar la candidatura de Manuel Prado, quien gobernó el país desde 1939 hasta 1945.. Bajo esta orientación, se perdió la independencia de clase y en el movimiento sindical se practicó el «Browderismo», es decir el sindicalismo amarillo que se había impuesto en Estados Unidos y que propugnaba la colaboración de clases y la paz social, con el argumento de fortalecer los esfuerzos de guerra de los países aliados contra el fascismo.
Esta pérdida de rumbo, junto al inadecuado tratamiento de las contradicciones internas debilitaros seriamente al Partido. El Primer y Segundo Congresos Nacionales realizados en 1942 y 1948 respectivamente confirman su incapacidad para comprender los cambios que se operaban en el país y acorde con ello, trazar una estrategia y una táctica certeras. Sin una política de principios las disputas internas se tornaron en política menuda, en un terreno donde izquierdismo y reformismo crecían uno junto al otro.
Durante la guerra mundial las exportaciones peruanas crecieron considerablemente y ante las dificultades de importar, la industria se vio favorecida, lo que llevó a la diversificación y desarrollo de algunas ramas como la química, papel, metalurgia y metalmecánica, y por tanto el crecimiento del empleo manufacturero. No obstante en esos años el alza del costo de vida fue significativo, mientras los salarios se mantuvieron congelados, originando crecientes protestas populares.
En el año 1948 Manuel Odría, alentado por los exportadores, encabezo el golpe militar que pretendió resolver la crisis política en que se había sumido el gobierno de Bustamante y Rivero y para controlar el movimiento popular que se había fortalecido desde l940. Durante la dictadura de Odría el país vivió un nuevo momento de modernización capitalista, como efecto de las exportaciones favorecidas durante la guerra de Corea y bajo el impulso del imperialismo norteamericano que atravesaba un ciclo de expansión luego de la Segunda Guerra Mundial. Las inversiones norteamericanas, ampliamente favorecidas por el entreguismo del gobierno, se orientaron principalmente a la explotación del petróleo, minería y electricidad. La política económica del régimen favoreció además la importación de alimentos y la concentración del capital en la agricultura costeña de exportación, lo cual golpeó duramente a la economía campesina y la producción terrateniente. La crisis agraria originó grandes oleadas migratorias del campo a la ciudad, a la par que se desarrollaban crecientes movilizaciones campesinas contra el latifundio. Desde sus inicios la dictadura pretendiendo garantizar la «paz social» para facilitar las inversiones extranjeras, había proscrito y perseguido al Partido y al APRA, ejerciendo una feroz represión contra el movimiento popular, política que se complementaba con el clientelismo y el divisionismo en las filas del pueblo.
Pero el régimen de Odría, como es frecuente en nuestro país, cayó sumido en una aguda crisis política y arrinconado por una oleada de protestas populares que abarcaba al movimiento obrero y estudiantil, las movilizaciones campesinas, los empleados estatales, incluso sectores de las burguesías regionales afectadas por el modelo. Sin embargo el proceso de modernización y diversificación capitalista continuó en los gobiernos subsiguientes de Manuel Prado, la Junta Militar de Perez Godoy y Belaúnde. Así, se instalaron numerosas plantas de ensamblaje, se desarrolló la industria metalmecánica, cobraron importancia los puertos de la costa como consecuencia del boom de la pesca orientada a la producción de harina de pescado, se inició la industria siderúrgica y se crearon algunos parques industriales en provincias, lo que llevó al crecimiento de las actividades en la construcción, transporte, comercio y otros servicios.
Esto originó a su vez cambios en el movimiento popular. Nuevos contingentes de obreros y trabajadores, muchos de ellos calificados, aparecieron en escena, con sus propias demandas y requerimientos, Las ciudades de la costa crecieron y con ellas las demandas de sus pobladores que exigían viviendas y servicios; en el campo la lucha contra el latifundio cobraba fuerza y las tomas de tierra se multiplicaban. Esta ola de ascenso de las luchas populares se prolongó hasta el golpe militar de Velasco Alvarado. En este proceso se va afirmando una autonomía de clase de los trabajadores y el cuestionamiento a conducciones conciliadoras, abriéndose paso, en medio de dificultades las condiciones para el resurgimiento del «movimiento clasista»
Los cambios ocurridos. exigían nuevas respuestas por parte de la vanguardia. Dentro del Partido se había iniciado un largo y tortuoso proceso de decantación que atravesó los diversos eventos nacionales. En octubre de 1948, bajo el liderazgo de Mao Tse Dong había triunfado la revolución china mediante una guerra prolongada en un país atrasado y semifeudal Este acontecimiento ejerció notable influencia en los revolucionarios del mundo entero La polémica y posterior ruptura en 1963, entre el Partido Comunista de la Unión Soviética y el Partido Comunista de China sirvió como catalizador de aquel proceso, que tuvo in hito importante en la IV Conferencia Nacional realizada en 1964, donde se consumó la primera gran ruptura orgánica del Partido, esta vez con el revisionismo criollo que había echado raíces luego de la muerte de Mariátegui. En ese periodo asimismo aparecieron otras organizaciones de izquierda, inspiradas en el triunfo de la revolución cubana, el troskismo, el foquismo y los movimientos de liberación de los países coloniales.
El 3 de octubre de 1968 se produjo el golpe militar del general Velasco Alvarado; días después las fuerzas armadas tomaron las instalaciones petroleras de la Brea y Pariñas en Talara. Se inicia un proceso de reformas: Ley de Reforma Agraria, Reforma Educativa, nacionalización de las empresas IPC., Cerro de Pasco Corporation, creación de las comunidades laborales. Este proceso reformista no fue suficientemente comprendido por la izquierda, mientras unos se ilusionan con estas medidas, pierden independencia y terminan comprometidos con el gobierno, otros desconocen que las medidas tomadas habían abierto un nivel de contradicciones con el imperialismo, susceptibles de ser aprovechadas con una táctica adecuada.
El proceso de afirmación del marxismo leninismo y la recuperación del pensamiento de Mariátegui no habían culminado con la ruptura de 1956.. En 1968, diversas bases, entre las que se encontraban el Comité Regional de Ica, la Comisión Nacional de Organización y el Comité Político Militar Patria Roja, conforman una «Comisión Nacional Reorganizadora», enfrentada a la posición dogmática de la dirección encabezada por Saturnino Paredes. Esta fase culmina en la VI Conferencia Nacional celebrada en 1969 donde se decide la expulsión del grupo encabezado por Paredes y se acuerda que el órgano central del Partido lleve el nombre de Patria Roja El partido iniciaba así una de las etapas más decisivas de su historia.
Luego de la VI Conferencia el Partido había quedado sumamente debilitado. La reconstrucción partidaria fue una ardua tarea ardua que tomaron en sus manos un reducido núcleo de dirigentes, la mayoría de ellos jóvenes con poca experiencia.
La VII Conferencia Nacional realizada en 1972 toma la decisión de desechar las ilusiones reformistas, mantener la independencia de clase, ir a las masas básicas de la producción y persistir en el camino de la revolución. Ello permitió al Partido una presencia importante en al sector minero, textil, estudiantil, asentamientos humanos y magisterio. En 1972 en la ciudad del Cusco se funda el SUTEP con la participación decisiva del Partido, eligiéndose a Horacio Zeballos como su primer secretario general.
Un elemento importantísimo en la afirmación de la línea partidaria y en la disputa por la hegemonía del movimiento popular fue el periódico Patria Roja, que en sus inicios se editaba en mimeógrafo y en duras condiciones de clandestinidad, pero que sorteando los obstáculos llegaba a todos los rincones del país. Bajo la consigna – Lea y difunda Patria Roja – los miembros del Partido fueron a las puertas de las fábricas, a los centros mineros, a las universidades, a los asentamientos humanos, a los sectores campesinos, llevando el periódico, organizando círculos de lectores, ganando militantes a la causa revolucionaria.
El Partido y el movimiento popular fueron duramente reprimidos por el velasquismo..Los dirigentes del SUTEP y de la FEP fueron deportados, en tanto que otros fueron confinados en el SEPA. Son tiempos de lucha para nuestra organización, cuya perseverancia en la defensa de los intereses históricos de las masas le trajeron la animadversión de diversos sectores que hicieron denodados esfuerzos para destruirlo.
La experiencia velasquista se agotó en pocos años. En el campo se había liquidado el latifundio pero la reforma agraria había fracasado al haberse entrampado la producción de alimentos, en tanto que el empresariado, con su estrechez característica, se negaba a invertir en el país no obstante los incentivos recibidos. Por otro lado, el incremento del gasto público elevó la deuda a niveles considerables, a ello se sumó la caída de la pesca de anchoveta y la crisis que se había desatado en el mundo capitalista que elevó los precios de los productos importados, mientras caían los de las exportaciones. La economía inició una espiral inflacionaria y se tornó inmanejable para el régimen que vio acrecentarse a la oposición y las luchas populares y que solo atinó a incrementar la represión y la manipulación de las masas.
A mediados de la década a del 70, Francisco Morales Bermúdez asume la jefatura del gobierno militar. Su gobierno se muestra incapaz de resolver los problemas que dejó su predecesor, la crisis se ahonda y la inflación se desboca. La protesta popular se va extendiendo y generalizando, mientras que la represión se acentúa. El 10 de agosto de 1976 Jesús Alberto Páez, ejemplar militante obrero de nuestro Partido, trabajador de la fábrica textil Nuevo Mundo y dirigente del asentamiento humano Néstor Gambetta.es secuestrado y desaparecido por la dictadura.. El paro del 19 de julio de 1977, marca el inicio de una acción generalizada contra la dictadura militar. El movimiento popular encuentra en las luchas del SUTEP un eje centralizador. Las huelgas magisteriales de esos años se convierten en escenarios de multitudinarias movilizaciones contra la dictadura. En ese proceso el pueblo va creando nuevas formas de organización y lucha, como son los frentes de defensa, las asambleas populares y la autodefensa de masas, genuinas expresiones de democracia directa de masas, que nuestro Partido valora y promueve.
La situación insostenible de la dictadura la obliga a convocar a la Asamblea Constituyente en 1978, como paso previo del retiro a sus cuarteles. Esta maniobra representa una válvula de escape a la presión que había venido ejerciendo el movimiento popular. Los remanentes izquierdistas impiden al Partido comprender el cambio de escenario y asumir con solvencia la lucha legal. La orientación de no participar y hasta boicotear las elecciones constituyentes fue parte de ese error que nos impidió cosechar políticamente lo que acumulamos con mucha entrega y sacrificio en la acción directa contra la dictadura. Esto se hizo evidente cuando convocadas las elecciones generales de 1980, nuevamente la derecha arrastra a las masas detrás de sus propuestas y Fernando Belaúnde es elegido presidente por segunda vez.
La izquierda luego de un intento unitario que fracasa, participa dividida en las elecciones de 1980.El Partido orienta la formación del UNIR, que se convierte en un referente importante para los sectores populares. En la participación electoral el UNIR llevó como candidatos a los compañeros Horacio Zeballos, Rolando Breña y Castro Lavarello, obteniendo la más alta votación de la izquierda y una importante presencia en el parlamento.
En 1980 el grupo Sendero Luminoso inicia sus acciones violentistas, hecho que tendría profundas repercusiones para el país y para el desarrollo de la izquierda. En poco tiempo se demostró que el senderismo quiso forzar la realidad y acomodarla a sus esquemas. Degenerando rápidamente en un grupo sanguinario, hizo del terror, el miedo y la violencia ciega sus métodos predilectos. Nuestro Partido tuvo que lidiar desde un principio contra esta organización que fungía de marxista y seguidora de Mao. Pero también contra las clases dominantes que usaron como pretexto la amenaza senderista para arremeter contra el conjunto de la izquierda y el movimiento popular, poniendo en marcha una «guerra sucia»que se inició en el gobierno de Belaúnde y que se prolongó durante el gobierno de Alan García y el fujimorismo. El resultado fueron decenas de miles de víctimas, la mayor parte de ellas campesinos. En estos años, numerosos militantes del Partido engrosaron las filas de nuestros mártires, víctimas de la intolerancia y la barbarie desatada por Sendero, las fuerzas armadas y los paramilitares.
El periodo de reconstrucción partidaria iniciado en la VI Conferencia culmina con el V Congreso Nacional realizado en abril de 1983. El evento evidenció la maduración del pensamiento del Partido y significó un paso adelante respecto a la VII Conferencia. Esto se evidencia particularmente en el análisis de la evolución de la sociedad peruana y de las clases sociales, en la formulación de la estrategia general tomando en cuenta las tareas irresueltas por las clases dominantes, en la formulación de principios como «pensar con cabeza propia» y «buscar la verdad en los hechos», en la valoración de la democracia directa, etc. En términos orgánicos el partido había extendido su presencia a lo largo y ancho del territorio nacional, contaba asimismo con un importante espacio político, reflejado en la representación legal en el parlamento y municipios.
Tanto el régimen belaundista como el de Alan García se mostraron incapaces de resolver la crisis y culminaron sus mandatos en medio del repudio y descontento de la población. El movimiento popular sin embargo había iniciado una fase de repliegue que se acentuó con la aplicación del modelo neoliberal que destruyó el tejido social y debilitó el movimiento sindical . La izquierda, asimismo es colocada a la defensiva, después de un periodo de auge que tuvo su momento más importante en la conformación de Izquierda Unida. El derrumbe de IU y la incapacidad para aglutinar al movimiento popular más allá de los límites del sindicalismo, frustraron las expectativas populares y facilitaron la ofensiva neoliberal que cobró fuerza con el gobierno de Fujimori. Esta ofensiva sacó provecho de la debacle de la ex Unión soviética y el repudio que había ocasionado el senderismo para enfilar contra el conjunto de la izquierda y el pensamiento socialista. Se introdujo entre las masas el apoliticismo, el pragmatismo, el individualismo, se hizo uso del clientelismo y asistencialismo; se afirmó que con la caída del Muro de Berlín se había llegado al fin de la historia, puesto que el capitalismo junto a la democracia burguesa era el sistema más perfecto creado por el hombre, susceptible de ser mejorado, pero no sustituido. Esta ofensiva causó estragos en las organizaciones populares y en las filas de la izquierda. Muchos arriaron las banderas socialistas y se convirtieron al neoliberalismo, otros simplemente pasaron a la pasividad.
En estas condiciones adversas el VI Congreso Nacional realizado en abril de 1994 tuvo el mérito de ratificar la línea marxista leninista en el Partido y su lucha inabdicable por el socialismo y el comunismo. Esta posición de defensa de los principios fue determinante para la posterior recuperación del espacio de la izquierda, que con la conformación del Movimiento Nueva Izquierda tuvo un logro importante. El VI Congreso además aprobó la tesis del Nuevo Curso, la reconstrucción partidaria, definió la necesidad de darle importancia al trabajo juvenil, que tuvo como efecto la organización de Juventud Popular. Una de las principales conclusiones que llegó el Congreso fue admitir que la izquierda había sufrido una derrota ideológica por parte del neoliberalismo, y acorde con ello definió una táctica de resistencia activa y defensa de los espacios conquistados. El VII Congreso Nacional realizado en noviembre del 2000 hizo un análisis detallado de los cambios ocurridos en el escenario nacional e internacional, valoró las consecuencias de la globalización imperialista apuntalada por la revolución científica y tecnológica, manifestando que el dilema de nuestra época seguía siendo capitalismo o socialismo, desarrolló las tesis principales del VI Congreso y dotó al Partido de un nuevo programa.
Los acuerdos del VII Congreso constituyen un avance teórico de suma importancia que posibilitan al Partido colocarlo de cara a los retos del siglo XXI. El enriquecimiento de la tesis del Nuevo Curso, que en el Congreso pasó a convertirse en la Táctica General representa una conquista excepcional para el Partido, que le permite superar el viejo problema de la relación entre estrategia y táctica y lo reubica en un nuevo escenario de discusión programática, preparándolo para entablar de mejor manera la lucha de ideas. Las reflexiones y aportes que vienen haciéndose sobre proyecto nacional, Constitución, descentralización, etc., han sido posibles gracias a la adopción de la táctica del Nuevo Curso.
Otras decisiones importantes del VII Congreso fueron la de trabajar con mayor fuerza con la clase obrera, incorporando con audacia a sus elementos más avanzados a la filas del Partido, decidir la construcción de la juventud Comunista del Perú, que a la fecha avanza hacia su Primer Congreso, fortalecer el trabajo en el MNI, que ha logrado su inscripción en el Registro electoral y prepara su segundo Congreso Nacional, reorientar el trabajo partidario en el magisterio, superando el economicismo y gremialismo, sector que en los últimos meses ha venido recuperándose y protagonizando importantes jornadas de lucha, mejorar el trabajo femenino, ampliando el número de militantes y dirigentes mujeres, prestarle mayor atención al trabajo campesino, sector eternamente postergado y que necesita ser dotado de propuestas y alternativas que orienten sus luchas, mejorar el trabajo con los intelectuales y profesionales, con sectores del arte y la cultura, etc..
El Congreso constató además el entrampamiento en que se hallaba la dictadura sanguinaria y corrupta de Fujimori y Montesinos, el fracaso del modelo neoliberal que había hundido más al país en lugar de generar el desarrollo prometido, la disposición a la lucha de crecientes sectores populares. Pocos meses después se derrumba el régimen y el dictador huye fuera del país, con lo que se abre un nuevo periodo político.
En el marco de la táctica del Nuevo Curso, frente al agotamiento de la república fundada en 1821, periodo en que las clases dominantes han demostrado una y otra vez su incapacidad para integrar la nación, defender la soberanía, plasmar la democracia, descentralizar el estado, defender nuestros recursos y encaminar al país al desarrollo, el Partido ha convocado al pueblo peruano a luchar por la convocatoria a una Asamblea Constituyente que abra paso y sea el soporte legal de una nueva república, la misma que deberá encarnar un proyecto nacional que encamine al país de cara a los retos del siglo XXI.
En los próximos años el país vivirá momentos de inestabilidad política y turbulencia social, como producto no solo del fracaso del gobierno de Toledo, sino de la crisis del conjunto de la institucionalidad de la democracia liberal. La gente ya no confía más en el ejecutivo, ni en el parlamento, ni en el poder judicial, ni en las fuerzas armadas. La gente quiere cambios de verdad, está buscando alternativas, una conducción segura y confiable. La situación que se está abriendo presenta condiciones sumamente favorables para el crecimiento del Partido, para dar el salto hacia el Partido Revolucionario de Masas, que es el otro gran acuerdo del VII Congreso Nacional.
Han transcurrido 75 años de fundado el Partido, el camino de su construcción ha sido complejo y difícil, con marchas y contramarchas, avances y retrocesos, se han cometido errores y aciertos, hemos sufrido derrotas y ganado victorias, hubieron etapas oscuras, pero también esplendorosas. En todo este proceso se dieron luchas internas que muchas veces llevaron a divisiones y fraccionamientos, hubieron quienes abandonaron el marxismo y se deslizaron al oportunismo, pero siempre existieron comunistas honestos, militantes anónimos que no perdieron la fe y cuyo trabajo permitió la recuperación del glorioso partido fundado por el Amauta.
Estamos en una etapa crucial de la historia patria. Cuando todo parece derrumbarse y cunde el desánimo de la población al no encontrar solución a sus problemas, levantemos las banderas invictas del socialismo, hagamos del nuestro un partido capaz de conducir al país por la senda del bienestar y desarrollo duraderos.
COMISIÓN NACIONAL Y COMUNICACIONES