Por: Mario Tejada
La guerra es sinónimo de muerte, de pérdidas de vidas humanas y desgarradoras escenas de sufrimiento de los familiares desaparecidos: esposas, hijos, madres, hermanas, hermanos y demás allegados. Lamentablemente, pocas son las noticias que nos hablan de esta desastrosa realidad y del sufrimiento que causan. Más, vemos y oímos de los avances y retrocesos de las tropas y del inhumano uso de las nuevas tecnologías de guerra relacionadas con lo digital y las armas de cohetería.
Según los últimos descubrimientos de las ciencias sociales el ser humano tiene aproximadamente 50,000 años de creación, pero no queda duda que el siglo XX ha sido el lapso donde se ha desarrollado las mejores y más poderosas armas para nuestra autodestrucción. Y el presente, seguramente superará al anterior.
En estas líneas no vamos desarrollar ni sumariamente la certeza o falsedad de que el ser humano es el lobo del otro ser humano, pero con seguridad indicaremos que, si seguimos este camino, vamos hacia nuestra autodestrucción.Por ejemplo, la guerra que actualmente se desarrolla en Ucrania, según los organismos correspondientes a las Naciones Unidas hasta el año pasado ya habían más de 1000 niños muertos y 5.2 millones de personas necesitaban asistencia humanitaria.
De esta horrible realidad los grandes medos de comunicación dicen poco o nada. Pero lo que si se ignora totalmente es la gran indiferencia a lo que constituye el alma de un pueblo, a lo que constituye su espíritu y lo que hace que los ucranianos constituyan Ucrania: su CULTURA, Y DE ELLA SU PATRIMONIO CULTURAL, que, con la guerra corre un gran peligro.
No debemos olvidar lo que ocurrió hace unos quinquenios atrás en el oriente próximo; particularmente en Afganistán, Siria y el Yemen; con las grandes destrucciones que causaron el Estado Islámico y el terrorismo de Al-Qaeda. En esos años sucedió una de los mayores crímenes culturales en Afganistán ocasionados por los Talibanes al ser destruidas los Budahh de Bamiyan, dos gigantescas estatuas de 55 y 37 metros, cuya antigüedad fue de 1500 años, solamente por ser consideradas ídolos. Cuando las ideologías extremistas distorsionan las acciones políticas corren peligro no solamente la existencia de bienes que reflejan las culturas de los pueblos, inclusive pueden conllevar a la aniquilación de grupos humanos y pueblos enteros.
En estos días al cumplirse en primer año de la guerra en Ucrania debemos estar vigilantes que no se repitan los grandes daños culturales ocasionados en otros conflictos bélicos. En un año de guerra, según la UNESCO, 154 sitios culturales han sido parcial o toralmente destruidos. Igualmente 70 edificios religiosos, 30 edificios históricos, 19 centros culturales, 16 monumentos, 12 museos, y 7 bibliotecas.
Terminada la guerra, que no se sabe cuándo será, seguramente todo será reconstruido como lo fue Europa después de la Segunda Guerra Mundial, pero la desaparición de los seres humanos y el daño causado a sus familias ello no se recupera, así como los daños físicos y psíquicos causado a los niños. Los seres humanos hasta ahora no aprendemos de nuestra historia. Desde una mirada materialista dialéctica somos los únicos seres vivientes del planeta tierra que originamos y hacemos HISTORIA. Pero, la que realizamos, la que creamos ¿es para causar nuestra propia autodestrucción?