Por: Mario Tejada T.
Este mes, nuestro mayor historiador Jorge Basadre Grohmann ha cumplido 130 años. Nació en Tacna el 12 de febrero de 1903 y nos dejó el 29 de junio de 1980 en Lima. Quizás, ese aliento, esa pujanza ese deseo incontenible de estudiar nuestra historia republicana se deba a la ciudad donde nació, en el sur del país, cuando todavía ese territorio se encontraba en manos de Chile, producto de esa infausta guerra donde se dieron hechos tan dolorosos como dos presidentes que se fugaron en plena conflagración bélica: Prado y Piérola.
Aparte del Tawantisuyo, nuestra historia se podría señalar como un valle de lágrimas. No vamos a especificar lo que significó para nuestra cultura original el denominado período colonial, y lo que ello representó y representa para nuestros 200 años de nuestra denominada república, así con minúscula, porque denominar República a nuestro querido Perú no pasa de ser sino buenos deseos para el pueblo.
Nuestra llamada educación para las clases explotadas no ha dejado de ser y es una parodia. Y un pueblo sin una buena instrucción y educación, su territorio no podrá denominarse República. La Historia de otros países nos ha dejado esta sabia enseñanza. Ya Jorge Basadre en su famoso escrito La Promesa de la Vida Peruana redactado comenzando la década del 40 del siglo pasado precisó: Es necesario un Estado eficiente, como es necesario un país progresista, pero también conviene tener un pueblo “en forma”. Es más: no habrá un Estado eficiente, ni habrá un país cabalmente desarrollado si el pueblo es descuidado. Nada más trágico que una suerte de elites refinadísimas erigidas sobre una masa primitiva.
Ya desde su juventud nuestro historiador demostró una preocupación por el estado de postración de las clases populares y por nuestra historia, e igualmente por los lugares donde se depositan los saberes y la riqueza del pensamiento: Las Bibliotecas. No fue Ricardo Palma, como equivocadamente señala la historia popular, el que se preocupó por nuestras Bibliotecas. Él las consideró más como depósitos de libros y para su uso personal. Fue Jorge Basadre el que por primera vez en nuestro país tuvo un conocimiento moderno y útil para las clases populares lo que debería ser una Biblioteca y su funcionamiento. Testimonio de ello es su local de la Avenida Abancay y el servicio que ha prestado y presta al pueblo desde mediados de la década del 40 del siglo pasado hasta nuestros días.
No exagero si afirmo que gran parte del pueblo que reside o residió en Lima le debe sus conocimientos básicos a este lugar. El que estás líneas escribe ha sido uno de ellos y el servicio imprescindible que presta lo debemos a este ilustre peruano. Basadre, no solamente nos ha legado un panorama general de nuestra historia republicana a través de sus más de 15 tomos la cual comenzó en la década del 30 del siglo pasado. También le debemos profundas reflexiones sobre nuestra Patria y los sujetos que la jodieron y la siguen perjudicando. Quizás una de las más conocidas y que mantienen una gran actualidad en estos tiempos tan movidos y seguramente de profunda transformación que atravesamos es:
… la promesa de la vida peruana sentida con tanta sinceridad, con tan fe y con tanta abnegación por próceres y tribunos ha sido a menudo estafada y pisoteada por la obra coincidente de tres grandes enemigos de ella: los podridos, los congelados y los incendiados. Los podridos han prostituido y prostituyen palabras, conceptos, hechos e instituciones al servicio exclusivo de sus medros, de sus granjerías, de sus instintos y apasionamientos. Los congelados se han encerrado dentro de ellos mismos, no miran sino a quienes son sus iguales y a quienes son sus dependientes, considerando que nadie más existe. Los incendiados se han quemado sin iluminar, se agitan sin construir. Los podridos han hecho y hacen todo lo posible para que este país sea una cloaca. Los congelados la ven como un páramo; y los incendiados quisieran prender explosivos y verter venenos para que surja una gigantesca fogata.
Toda la calve del futuro está allí: que el Perú se escape del peligro de ser sino una cloaca, de volverse un páramo o de convertirse en una fogata. Que el Perú se pierda por la obra o la inacción de los peruanos.