La nueva dictadora

Por: Manuel Guerra

La señora Boluarte está muy empeñada en sacarle lustre a su novísimo papel de dictadora. Por si quedaran dudas, se empeña en aclarar que no es rehén, ni monigote de la ultraderecha, que ella tiene el control y que está al mando. Eso es lo que le han hecho creer.

Alguno se preguntará cómo es posible que una persona que un tiempo atrás conformó una plancha presidencial de una organización de izquierda, que hizo campaña electoral comprometiéndose con el cambio democrático y patriótico y que juró lealtad a su presidente, se haya transformado en lo opuesto. Lo cierto es que las clases dominantes siempre encontrarán entre los sectores populares a voluntariosos siervos, personajes de alma endeble; siempre hallarán gente sin principios dispuesta a desclasarse, a convertirse en sus perros guardianes, a asumir el papel de judas por un plato de lentejas o por la ilusión de contar con una cuota de poder.

La señora Boluarte se sintió muy satisfecha cuando las multitudes dieron su respaldo electoral a la formula de la cual ella era parte. Esas mismas multitudes que exigen su renuncia se convierten ahora en revoltosos que están contra el Estado de derecho, terrucos a los que hay que aplastar sin contemplación. No le interesa que la insurgencia se vaya generalizando a todo el país. Medio centenar de muertos y decenas de heridos en las protestas no la inmutan; reemplazando su rostro lloroso por una máscara de hierro, recita el libreto de todos los dictadores y amenaza que lo que viene será más duro todavía.

De renuncia, ni hablar. Alentada por la ultraderecha y rodeada de la ralea de fachos que han depurado sus métodos de infiltrar y provocar al movimiento popular, nos cuenta mas bien la fábula de un complot sincronizado para traerse abajo al régimen que preside, de planes subversivos y terroristas, de lo bien que cumple la policía su labor represiva.

Estamos advertidos. Como a toda dictadura, a este régimen hay que echarlo al basurero de la historia por la fuerza del pueblo organizado, poniendo en marcha acciones profundamente democráticas, como son la organización, la movilización y lucha de las mayorías para hacer respetar sus derechos. El pueblo es el dueño de su destino, tiene derecho a que se respete su decisión, a una vida digna, a aprobar una nueva Constitución para abrir paso a un país distinto a este remedo que nos han impuesto durante dos siglos las clases dominantes.

¡Otro Perú es posible, unidos podemos lograrlo!

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