El hombre que quiso ser rey

Por: Manuel Guerra

Es el titulo de una novela de Kipling, llevada a la pantalla grande por John Huston, que narra las peripecias de un aventurero que llegó a ser rey de un pueblo de la India usando una argucia para convencer a sus habitantes que él tenía origen divino, era el mesías anunciado por los oráculos. Cuando se descubrió la impostura, terminó decapitado.

Algo así ha pasado estos días con Rolando Breña y sus secuaces, sometidos a una decapitación política, es decir la expulsión de Patria Roja, después de que ellos se embarcaran en un proceso rupturista y terminaran abandonando las filas del Partido. Este hecho, naturalmente ha causado sorpresa y desconcierto en el ambiente político local; no es poca cosa que esto suceda con quien fuera uno de los militantes más reconocidos de Patria Roja, dirigente estudiantil en sus años juveniles, deportado por la dictadura militar, elegido senador de la república, presidente de UNIR y secretario general del Partido. Hay quienes piensan que estos pergaminos lo hacían inmune a todo tipo de críticas y que sancionarlo ha sido una suerte de herejía. De hecho, Breña, adjudicándose una condición de vaca sagrada, ha declarado que nadie puede expulsarlo, y que cualquiera que se atreva a hacerlo tendría que nacer de nuevo.

Anda diciendo eso  y  muchas  cosas  más,  victimizándose  y  mintiendo  con  cinismo.  Esto,  y determinadas versiones de sectores ajenos al  Partido  que  aducen  que  se  trata  de medidas puramente organicistas, nos obligan a realizar algunas aclaraciones. Veamos los hechos, objetivos y verificables, que fueron alejando a Breña y su grupo del Partido, hasta culminar en acciones abiertamente rupturistas que ameritaron la drástica decisión tomada por el Comité Central.

LOS MANEJOS DEL GRUPO EN LA VIDA INTERNA DEL PARTIDO

Rolando Breña fue elegido secretario general del Partido en el Comité Central salido del VIII Congreso Nacional llevado a cabo en febrero del 2010, cargo que desempeñó hasta el IX Congreso Nacional realizado en agosto del 2019. Es patente que en ningún momento se colocó a la cabeza en el cumplimiento de los acuerdos congresales, entre ellos el Reordenamiento partidario, de tal modo que durante su gestión el Partido no solo se estancó, sino que retrocedió en varios frentes; perdió espacio político, debilitó su contacto con las masas, y las estructuras orgánicas languidecieron. Todo ello está detallado en el balance realizado en el IX Congreso Nacional.

En el terreno ideológico, durante ese periodo se menospreció la formación marxista de cuadros y militantes,  la   lucha   ideológica,   la  crítica  y   autocrítica,   afirmándose   en   el  Partido el espontaneísmo,  el  burocratismo  y  el  formalismo  y,   en  algunos  sectores  se  introdujo   el pragmatismo que socava la época, los principios y los valores. En sus 10 años de secretario general Breña nunca escribió un artículo para el periódico del Partido, nunca produjo un documento teórico, nunca entabló una lucha de ideas defendiendo al marxismo y socialismo. Prefirió escribir sus breves columnas en los diarios de la derecha, entre ellos, el que dirigía Aldo M, en las que tampoco entablaba una lucha tenaz contra los regímenes neoliberales; prefería exponer sus añoranzas bucólicas sobre el Tren Macho y cosas por él estilo.

Durante este periodo se fue articulando un grupo de interés dentro del Partido, comandado por Breña y Eleazar Briceño (que ostentaba los cargos de subsecretario general y responsable del frente educacional), concentrando su atención en el control del SUTEP a través de la promoción

de sus allegados en los cargos de dirección gremial. Para lograrlo, violaron una y otra vez la democracia sindical y el Estatuto del gremio, echaron mano de las correlaciones, el clientelismo y prebendismo, intervinieron de manera autoritaria a aquellos sindicatos de base que no les eran adictos, para colocar a gente de su confianza. Con la huelga del 2017 quedaron al desnudo las consecuencias nefastas de los manejos de este grupo en el sindicato. Fue la oportunidad para enmendar rumbos, hacerse una autocrítica sincera y aplicar los correctivos, entre ellos la remoción de Eleazar Briceño como responsable del frente educacional del Partido. Sin embargo, esto fue bloquedo en primera instancia por Rolando Breña, quien hizo pesar su cargo de secretario general respaldando a Eleazar e impidiendo cualquier correctivo de fondo, como se exigía en el Comité Central. Este grupo estaba interesado, asimismo, en mantener en la conducción del SUTEP a sus allegados Hamer Villena, Alfredo Velásquez y Lucio Castro.

Convocado el IX Congreso Nacional, este grupo se dedicó a un intenso trabajo de correlaciones para garantizar su permanencia en los principales cargos de dirección partidaria. Breña aspiraba a convertirse en presidente del partido y colocar a su lugarteniente Eleazar Briceño como secretario general. No contaban con el peso de su desprestigio en la militancia partidaria, el descontento y la exigencia de cambio que recorría el Partido. La elección del nuevo Comité Central, en el que la mayor parte de sus partidarios quedaron fuera, echó por tierra sus aspiraciones. Entonces este grupo se dejó ganar por la rabia y la frustración y no se les ocurrió mejor idea que asegurar que se había producido un fraude en la elección del Comité Central, exigiendo nuevas elecciones y hasta un nuevo congreso. Como quiera que no pudieron probar que se hubiera realizado el fraude, además de evidenciarse que se trataba de una absoluta minoría la que asumía esta posición, el Congreso ignoró sus pataletas.

Al no conseguir siquiera ser propuesto al cargo de presidente del Partido, Breña amagó para postular a su reelección como secretario General. Tenía en contra suya su ineficiente desempeño en ese cargo durante los 10 años anteriores y perdió la elección. Fue elegido como secretario de asuntos internacionales y miembro del Buró Político, mientras que su lugarteniente, Eleazar Briceño, había quedado como suplente en el Comité Central, por tanto, inhabilitado para ocupar cargos de dirección central.

En tales circunstancias, el grupo encabezado por Breña en lugar de acatar las decisiones del IX Congreso Nacional y del nuevo Comité Central, se constituyeron en una oposición interna, dedicándose a una labor desleal, obstruccionista, de desprestigio a la dirección partidaria. Revelando un manejo cínico y deshonesto, pregonaron que todos los males y deficiencias partidarias eran responsabilidad exclusiva de la actual dirección partidaria, echando tierra asus propias responsabilidades durante la década anterior que habían llevado al Partido a la postración. Violando la institucionalidad partidaria hicieron uso y abuso de las coordinaciones y relaciones horizontales, con el propósito de articular una correlación interna que, no  solo  se opusiera al Buró Político, sino que provocara su caída, abriendo una crisis institucional para pescar a rio revuelto.

SUS MANEJOS EN EL SUTEP

Con Breña como secretario general y Eleazar Briceño subsecretario general y responsable del frente educacional, se abandonó la visión marxista de la Educación del Partido, contenida en la II Conferencia del Trabajo Educacional, para reducirla a la dinámica sindical del magisterio, convirtiendo al Partido en un apéndice del sindicato. En el gremio se introdujo el clientelismo, se abandonó el sindicalismo de clase, se dio la espalda al descontento del magisterio, que exigía respuestas firmes frente al maltrato y hostigamiento por parte de los gobiernos de turno.

Primero con Hamer Villena, después con Alfredo Velásquez, y luego con Lucio Castro, como secretarios generales del SUTEP, imprimieron una orientación gremial ajena a las orientaciones del Partido. Asumiendo las políticas educativas del Banco Mundial y el manejo sindical recomendado por la Internacional de la Educación (IE), sustituyeron la rica tradición de lucha del SUTEP por el “sindicalismo propositivo”, los lobbys, las componendas en las alturas con los funcionarios del Ministerio. Ello, sumado al proceso de creciente burocratización del gremio, tuvo como resultado que el descontento magisterial estallara al margen de la conducción del SUTEP en la huelga del 2017, movimiento en el que cobró protagonismo Pedro Castillo y que fue hábilmente aprovechado por Sendero Luminoso y Pukallacta a través de los CONARE para redoblar su ofensiva contra nuestro Partido.

Convocado al XIX Congreso Nacional del SUTEP este grupo se dedicó a promover la reelección de Lucio Castro como secretario general del gremio, en contra de la opinión de la dirección del Partido que acordó postular a otro camarada para ese cargo. El grupo encabezado por Breña desacató el acuerdo del Partido, respaldó a Lucio Castro y su cúpula sindical, después de haberse asegurado el control del congreso, paralelizando las representaciones de base que no le eran adictas, impidiendo la participación de otras, aliándose con sectores del APRA, controlando el comité electoral, que se valió de argucias para impedir la presentación de la lista promovida por el Partido. De este modo antidemocrático y fraudulento fue reelegida la camarilla que dirige   el SUTEP con Lucio Castro a la cabeza. Este comportamiento fue duramente criticado por el VI Pleno del Comité Central, que tomó la decisión de suspender de la militancia partidaria por el periodo de un año a Lucio Castro, Alfredo Velásquez, Maruja Leyzaquía y Teresa Matos. Naturalmente, Rolando Breña y su grupo dieron el grito al cielo mostrando su desacuerdo con la sanción.

DISCREPANCIAS POLÍTICAS

En el terreno político, el grupo de Breña, usando como pivote a la cúpula del SUTEP, asumió una orientación distinta a la táctica del Partido. Convocadas las elecciones generales, el Partido participó a través de JP, en una coalición que respaldaba la candidatura de Verónika Mendoza. Bernardo Dolmos, responsable del Comité Regional del Cusco, se rebeló contra esta decisión e hizo una contracampaña a esta candidatura. Como es conocido, de manera inesperada creció la candidatura de Perú Libre, Pedro Castillo, pasando a la segunda vuelta a disputar la elección con la representante de la derecha, Keiko Fujimori. El Partido, como el conjunto de la izquierda, los sectores populares, incluso sectores de la derecha liberal, decidió llamar a votar por Pedro Castillo. Breña mostró su desacuerdo con esta decisión, aduciendo que Castillo era representante del senderismo y planteó el voto viciado. El Partido consideró, sin embargo, que en tales condiciones el voto viciado significaba, de hecho, favorecer a la candidata derechista, y la postura de Breña quedó en minoría.

Luego del triunfo de Castillo, el Partido adoptó la táctica de independencia política, es decir no ser parte del gobierno; de diferenciación a través de las propuestas programáticas; de exigencia a que el nuevo gobierno cumpla con las promesas electorales; de defensa de las organizaciones populares para evitar que sean manoseadas. Son numerosos los pronunciamientos del Partido en los que se asumió una posición crítica al gobierno que, a nuestro juicio, venía cediendo a la presión de la derecha, perdía iniciativa y  hacía concesiones.  Asimismo,  denunciamos  y emplazamos a Castillo, quien, desde una posición  de ventaja, pretendía dirimir controversias sindicales en contra del SUTEP y a favor de la FENATEP, que obtuvo su reconocimiento inmediato por el Ministerio de Trabajo, presidido por Iver Maraví. También nos pronunciamos en contra del manoseo que se quería hacer del movimiento rondero desde el gobierno, promoviendo, incluso, su división y cooptación de sus dirigentes.

En este periodo Breña y su grupo, insistiendo que se trataba de un gobierno senderista, plantearon que el Partido debía, desde un primer momento, debía asumir la oposición frontal al gobierno de Castillo, pasando por alto que una cosa era Perú Libre y otra Sendero Luminoso, que sectores de la izquierda, como Nuevo Perú y JP formaban parte del gobierno; pasando por alto, también, la ofensiva derechista que, alegando fraude, se negó a reconocer el resultado de las elecciones, y que luego empezó a desarrollar una estrategia golpista y vacadora en contra del gobierno, aprovechando su mayoría en el Congreso, y contando con el respaldo de los grupos empresariales, del poder mediático, sus operadores en el Poder Judicial y la Fiscalía.

El gobierno se fue deteriorando rápidamente, jalonado por las contradicciones entre Castillo y Cerrón, reducida a las pugnas por cuotas de poder; por la evidente ineficiencia del presidente, la reproducción del patrimonialismo para favorecer a sus paisanos y allegados, los indicios de corrupción; todo ello en medio de la feroz ofensiva derechista que no le daba tregua. En lugar de apoyarse en las masas y esforzarse por cumplir con sus compromisos electorales, el gobierno terminó sin rumbo y a la deriva. El nombramiento del gabinete Valer, que significó, asimismo, una ruptura con Nuevo Perú evidenció que el gobierno había sido derrotado, frustrando, una vez más las expectativas populares. En tales circunstancias, el Partido llevó a cabo un reajuste de su táctica, pasando a la oposición, sin perder de vista que la contradicción principal seguía siendo con la derecha neoliberal.

En este punto, también el grupo de Breña interpretó de manera equivocada las cosas, asumiendo que la oposición a Castillo significaba ponerse de lado de la ultraderecha que continuaba ejecutando sin desmayo sus planes golpistas y vacadores. La cúpula del SUTEP fue la encargada de hacer visible estas diferencias. Nunca condenaron al golpismo derechista, ni respaldaron las marchas populares en contra de esos planes reaccionarios, sino todo lo contrario, se dedicaron a terruquear al movimiento popular, obligando, en diversas oportunidades a que el Partido salga a aclarar que la orientación que asumía el sindicato, no era la que sostenía Patria Roja. El colmo de esta desviación se produjo cuando Lady Camones fue recibida en el local del SUTEP y aclamada como futura presidenta del país.

No solo eso, los dirigentes del gremio se dedicaron una y otra vez a denostar públicamente de nuestro Partido, a marcar sus diferencias y declarar su independencia. Entre otras cosas, se opusieron y trataron de boicotear la elección del Colegio de Profesores del Perú para evitar el triunfo de la lista de UNE, apoyada por el Partido. Para remarcar por dónde iban las cosas, en sus eventos sindicales el único invitado estrella siempre fue Breña, cuyas intervenciones eran para apoyar el manejo de la cúpula gremial, garantizarles su respaldo incondicional.

EL MANEJO FRACCIONAL

El VII Pleno del Comité Central realizado en noviembre del 2023 acordó el reajuste táctico, tomando en cuenta que una vez producida la vacancia de Castillo se había instalado un régimen dictatorial y corrupto presidido por la fantoche Dina Boluarte. En los debates sobre este punto el grupo presidido por Breña se negó a catalogar como dictadura al régimen actual, llegando al extremo de sostener que los 60 muertos a causa de la represión al estallido popular que se produjo con la vacancia de Castillo, no eran responsabilidad del gobierno, sino de los infiltrados senderistas que actuaron como provocadores.

El VII Pleno, ratificándose en la decisión de Reordenamiento, tomó, a su vez, dos importantes acuerdos: La convocatoria a la II Conferencia Nacional de Organización para agosto de este año y la postergación del X Congreso Nacional (que debería llevarse en noviembre de este año), para agosto del 2025. El argumento central en uno y otro caso tiene que ver con la necesidad de llegar

en mejores condiciones al X Congreso, evitando que se convierta en un evento formalista. Breña y su grupo se opusieron a estos planteamientos, aduciendo que el Partido se hallaba en una profunda crisis, responsabilidad de la actual dirección, y que para resolverla no era suficiente el Reordenamiento acordado, sino la reconstrucción, que pasaba por elegir un nuevo Comité Central, para lo cual era innecesaria la postergación del Congreso. Nuevamente la posición de Breña quedó en minoría.

Cumplido el periodo de suspensión de la militancia a Lucio Castro, Alfredo Velásquez, Maruja Leyzaquía y Teresa Matos, el Pleno evaluó su conducta durante ese periodo, concluyendo que los aludidos no habían dado muestras de rectificación, autocrítica y acercamiento al Partido, sino todo lo contrario: habían terminado por alejarse y autoexcluirse de sus filas; sin embargo en la resolución que se constata estos hechos, se deja el camino abierto a su reingreso, previa autocrítica y disposición de rectificar los errores incurridos. Breña y su grupo pretextaron que se trataba de una expulsión sin el debido proceso para demostrar su desacuerdo.

Como puede verse, el VII Pleno significó una discrepancia en toda la línea del grupo de Breña con el Partido; más precisamente, con el IX Congreso Nacional y la decisión del reordenamiento partidario.

Conforme lo establece el Estatuto, en el Partido a nadie se lo persigue por su opinión e ideas; todos tienen derecho a expresar sus puntos de vista particulares y participar, en los niveles que corresponden, en la toma de decisiones. Una vez tomada la decisión por unanimidad o mayoría, esa decisión es válida y obligatoria para todos, independientemente si están o no de acuerdo. En esto consiste el principio del centralismo democrático, que todos los militantes se comprometen a observar cuando ingresan al Partido. Breña y su grupo han tenido y usado el derecho a opinar, criticar, discrepar y participar en las decisiones; pero no han asumido la obligación de someterse a los acuerdos. Se embarcaron más bien no solo en el desacato permanente, sino en una campaña de desprestigio al Buró Político y Comité Central, acusándolos de autoritarismo y de haber llevado al Partido a una situación de confrontación en el tratamiento de las contradicciones internas.

No se quedaron allí. En el VII Pleno Breña anunció su decisión de abandonar al Buró Político argumentando haber sido víctima de maltratos, y una vez culminado el pleno se puso a la cabeza de una campaña abiertamente rupturista. En componenda con sus acólitos en algunos comités, asistió a reuniones no para exponer los acuerdos tomados por el Comité Central, sino para exponer sus propios puntos de vista que habían quedado en minoría. Llamó al desacato de los acuerdos y a la subversión interna en contra del Buró Político y el Comité Central, organismos que, según su propuesta, deberían ser reemplazados por representantes minoritarios de los comités intermedios. En esa misma estrategia de generar caos e inestabilidad en el Partido, Tania Roja, miembro del BP, también abandonó el BP con los mismos argumentos de su mentor; otro de sus acólitos, Alex Amaya, pretendió dar un golpe al CR de Lima Sur, anunciando la formación de un comité paralelo; Eleazar Briceño se desplazaba a diversas regiones tratando de ganar adeptos ofreciendo prebendas y recursos; Samuel Meza, de manera ladina invocaba a defender la institucionalidad, mientras que por lo bajo socavaba los acuerdos y se sumaba a la ofensiva fraccional; Bernardo Dolmos Bengoa, desde el Cusco actuaba públicamente en la misma orientación.

Parte componente de esta campaña fue el insulto, el golpe bajo, la mentira descarada y la calumnia a los dirigentes centrales del Partido; quedando en evidencia que este grupo estaba huérfano de ideas, nunca fueron capaces de sustentar y darles contenido teórico a sus

discrepancias; se quedaron en la negación, el ataque bilioso, la maniobra deshonesta para bajarse al Comité Central y el Buró Político.

Pronto quedó claro que esta ofensiva había provocado mucho ruido y pocas nueces. Los acólitos que tenía Breña en contadas regiones estaban actuando en minoría en sus propios comités. En los días subsiguientes, la inmensa mayoría de comités del Partido se pronunció cerrando filas con el IX Congreso Nacional, la decisión del Reordenamiento, los acuerdos del Comité Central y el respaldo al Buró Político.

En tales condiciones se convocó al VIII Pleno del Comité Central, evento al que Breña y sus acólitos que eran miembros de esta instancia no asistieron, dedicándose más bien a realizar eventos paralelos en algunas regiones. Se consumó de este modo su alejamiento de las filas del Partido. EL VIII Pleno, además de ratificar los acuerdos del Pleno anterior, analizar la situación del país, aprobar las orientaciones para el desarrollo de la II Conferencia Nacional de Organización, aprobar la estrategia electoral, valorando y orientando el trabajo del Partido en el PTE, aprobó la resolución sobre los problemas internos del Partido, decidiendo la expulsión de los cabecillas del grupo fraccional: Rolando Breña, Eleazar Briceño, Samuel Meza y Bernardo Dolmos Bengoa. Hay que remarcar que el VIII Pleno se llevó a cabo con la mayoría de sus integrantes plenos, un suplente, además de un conjunto de camaradas invitados en su calidad de dirigentes de comités intermedios, que tienen derecho a voz, pero no a voto. No es cierto, entonces, la patraña que difunde Breña que las decisiones se hayan tomado por una mayoría de invitados.

Lo que ha venido después es la cuesta abajo en la rodada de este grupo. Pretendiendo confundir a la opinión pública se han embarcado en una narrativa mentirosa y cínica. Resulta penoso asistir al desmoronamiento ético e ideológico de ese hombre que quiso ser rey en el Partido, a su conversión en un renegado y enemigo de lo que defendió en gran parte de su vida, a la revelación de su megalomanía que lo lleva a pretender arrebatarle la condición de fundador del Partido a José Carlos Mariátegui. Sus dotes de orador no pueden ocultar el vacío de su mensaje, la levedad de sus palabras.

La aventura de Breña y su grupo es un hecho episódico en la vida del Partido. Su destino, en palabras de Alberto Moreno, es el de las hojas secas arrastradas por el viento. El Partido debe concentrarse ahora en llevar a cabo el Reordenamiento; como parte de este proceso, la II Conferencia Nacional de Organización; volcarse a la disputa del escenario político; retomar el contacto con las amplias masas; afirmar el marxismo leninismo y el pensamiento de Mariátegui; trabajar en todos los escenarios con la mira puesta en el socialismo.

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