CARTA COMUNISTA II
Alberto Moreno Rojas
Rompiendo las reglas que norman la vida de un partido como el nuestro, los problemas internos se han desbordado fuera de sus fronteras y se expresan de manera liberal en las redes sociales. Desborde anárquico, donde pareciera que los temas en debate no están claros, y el subjetivismo y la animosidad fluyen poniendo el escenario.
La Resolución de la VII Sesión Plenaria del Comité Central lo expresa con meridiana claridad: el Reordenamiento partidario. ¿Qué reordenar o rectificar? Este es el problema de fondo: una seria desviación ideológica, política y orgánica acumulada a lo largo del tiempo que ha venido deformando la naturaleza y razón del Partido.
Somos un partido político con una clara y precisa definición marxista leninista y socialista. Pero el socialismo no surgirá por vía espontánea ni dentro de los límites del sistema capitalista, cuyas consecuencias las sufrimos. Sólo puede ser resultado, como expresara claramente José Carlos Mariátegui al comentar la novela “Cemento”, de Fedor Gladkov: “la tremenda, dolorosa batalla de una clase para crear un orden nuevo”1.
Un orden nuevo, no la reiteración del viejo orden con otro rótulo o envoltura.
Batalla, además, múltiple: económica, política, social, cultural, ambiental, étnica, de género, que no se agota en las tareas de hoy o mañana, menos en la rutina sindical.
Pero ocurre que, en los hechos, a lo largo de años, se ha ido imponiendo en el Partido, y por extensión, en la izquierda peruana, una adaptación pasiva, casi sin resistencia, a la lógica de los hechos, a las condiciones del momento, cuyo resultado no es otro que la política del “día a día”. En otras palabras: moverse en el mismo sitio o “cambiar algo para que nada cambie”.
Entonces, los principios se esfuman, el programa deja de tener sentido, la estrategia desaparece bajo el humo de lo contingente, la lucha de clases cede al acomodo. Así se explica un Perú Libre en convivencia con el fujimorismo, la subordinación del factor consciente a la dinámica de la coyuntura, el abandono de la hegemonía o capacidad de dirección para dar paso a las ventajas del momento, al arribismo, al sentido utilitario de la política.
El socialismo no surge por romanticismo o vía espontanea. Los cambios sociales maduran en las contradicciones que engendra la sociedad en crisis. Para que estos cambios se estimulen, organicen y realicen es indispensable, de un lado, el sujeto social portador del cambio, es decir el pueblo trabajador; del otro, el factor consciente, organizado, teóricamente capacitado, que mira más allá: el partido político de vanguardia enraizado en ese pueblo que se alza a la lucha.
Esta ausencia explica por qué una pequeña minoría parapetada en el Ejecutivo y el Congreso, que acumula el rechazo de la inmensa mayoría de peruanos, se siente dueña del país e impone su dictadura mafiosa.
El espontaneísmo, en el caso nuestro, se ha convertido en una manera de entender la política, o mejor dicho de asumirla subordinada a la dinámica y los límites de la lucha reivindicativa, de la coyuntura o del electorerismo como fin y razón de la misma. Es la puerta de entrada del oportunismo político hoy tan boyante en la izquierda peruana. Experiencias de gestión municipal, regional o presencia en el Congreso Nacional lo demuestran hasta el cansancio. Todo ello porque se ha perdido de vista el rumbo estratégico.
Rectificar esta desviación ideológica y política es una condición para salir de la trampa actual en que se encuentra el Partido: o bien nos adaptamos al sistema, contentos con las migajas y trapacerías de la derecha política y económica; o bien construimos un Partido Comunista en la línea fundacional de Mariátegui, como expresión y representación de los trabajadores y el pueblo peruano por el Nuevo Curso y el socialismo.
12 de enero 2024.
- Mariátegui. “El Alma Matinal”, Pág. 167.