Por: Manuel Guerra
El modelo neoliberal está en crisis y en descomposición; sus gestores son una pandilla de delincuentes y ultrarreaccionarios que para mantenerse necesitan mayores dosis de corrupción y autoritarismo. No les basta hoy la espuria Constitución de 1993, impuesta por el golpe y el fraude que llevó a cabo el fujimontesinismo, y que representó un giro a la derecha respecto a la de 1979; necesitan modificarla, convertirla en más reaccionaria, más entreguista, más antidemocrática, en una herramienta que legalice el fraude, la permanencia e impunidad de ese amasijo capitaneado por el fujimorismo, que se ha instalado en el Ejecutivo y el Congreso y que extiende sus tentáculos en todas las instituciones del Estado. Que las 53 reformas a la Constitución se hayan llevado a cabo por un Congreso que apenas cuenta con el respaldo del 6% de la población, revela la ilegitimidad de la medida y que este andamiaje no tendrá vida duradera.
Si la arremetida corrupta y reaccionaria ha llegado a este nivel, se explica porque no tiene al frente una oposición capaz de contenerla y derrotarla. Las fuerzas políticas que, desde diversos ángulos, deberían estar jugando un papel protagónico en esta lucha, parece que no están viendo el mapa completo y se dejan atrapar por los escandaletes de coyuntura, por los cálculos electorales, los intereses particulares. El movimiento popular, asimismo, se encuentra en una fase de repliegue, después que las protestas que siguieron a la vacancia de Castillo fueran aplastadas a sangre y fuego, con mas de 60 muertos de por medio.
Pero se equivocan quienes piensan que las cosas van a permanecer así por un tiempo indefinido. Se está echando leña al fuego, el caldero está cada vez mas caliente y más temprano que tarde, va a estallar. La crisis política de coyuntura se desarrolla en un contexto de crisis integral del modelo y Estado neoliberales. Por eso la consigna de que se vayan todos, el adelanto de elecciones o la caída del gobierno de Dina Boluarte, resulta insuficiente si no va articulada a resolver el problema mayor, es decir la crisis del modelo y el Estado neoliberales, que es a final de cuentas la causa que da origen a las continuas crisis de coyuntura que afectas a los gobiernos de turno.
En una situación de caos, como la que vivimos actualmente, la derecha trabaja y está en proceso de llevar a cabo una salida autoritaria y fascistoide. Estos afanes solo pueden ser derrotados en la medida que se construya una correlación de fuerzas democráticas, populares, de izquierda y progresistas que actúen en los escenarios políticos, sociales, culturales y de lucha de ideas. La salida democrática y popular a la crisis necesita no solo un gobierno que resuelva los problemas de coyuntura, sino también abrir camino a la refundación de la república sobre la base de una nueva Constitución, cerrando el ciclo neoliberal y corrupto que se impuso a partir de los 90.
La tarea del momento consiste en construir esa corriente, trabajar los puntos de conexión entre los sectores que se oponen a la arremetida corrupta y reaccionaria y afirmar la unidad. La izquierda, el progresismo y el movimiento popular deben colocarse a la cabeza de este proceso, sin perder la independencia política, ni arriar las banderas antineoliberales y socialistas. En el presente escenario confluirán los procesos electorales, la lucha de masas, el combate de ideas; debemos actuar en todos ellos, como partes de un todo, como pasos que nos encaminan al cumplimiento de los objetivos de mediano y largo plazo.