Enfrentar los desafíos

Por: Manuel Guerra

En su pretensión de salir del arrinconamiento en que se encontraba, Pedro Castillo recurrió al
golpismo, acto que representa su suicidio político, entregando su cabeza en bandeja de plata a
la ultraderecha que desde inicios de su gobierno accionó de manera implacable para vacarlo o
destituirlo. De nada le valió hacer concesiones, retroceder, refrendar el modelo entregando los
cargos decisivos a operadores neoliberales, asumir una política de sumisión al imperialismo
norteamericano, traicionar las expectativas populares abandonando sus promesas electorales.
Con la designación de Dina Boluarte a la presidencia de la república y la composición del actual
gabinete se abre un nuevo escenario en el que la derecha ha retomado las riendas del
gobierno. El problema para este sector es que, con la vacancia de Castillo, a manos de un
Congreso corrupto y mediocre, repudiado por la gran mayoría del pueblo peruano, se ha
gatillado la indignación popular que ha salido a las calles empatando con la exigencia de que se
vayan todos, la convocatoria inmediata a elecciones generales, la instalación de una asamblea
Constituyente como mecanismo de refundación republicana.

El estallido popular viene reaccionando de manera espontánea, no tanto para exigir la
reposición de Pedro Castillo a la presidencia, sino para demandar cambios de verdad, cuestión
que la derecha y los demagogos de turno no pueden resolver. Lo positivo de la crisis es que
pone en evidencia los problemas de fondo, revela con nitidez las distintas posiciones de las
clases y sus representaciones políticas, abre oportunidades y expone desafíos, genera vacíos y
reordenamientos, abona el terreno para la politización de las masas; escenario en el que se
lleva a cabo una aguda disputa para conducir al movimiento hacia un determinado desenlace.
Hay que entablar con decisión esta batalla, participar activamente en la lucha de clases que se
agudiza y se profundiza. Posiblemente este desenlace se encarrile por un cauce electoral, con
ventaja momentánea para la derecha, si tenemos en cuenta la debilidad de los sectores de
izquierda, poco enraizados en el movimiento popular, el no contar con inscripción electoral, las
enormes dificultades que tiene para articularse en niveles sólidos de unidad.

Mas el problema de fondo no se agota en la coyuntura. A quienes aspiramos abrir un nuevo
rumbo a nuestra patria nos corresponde trabajar sin descanso en el presente sin dejar de mirar
el horizonte. La crisis y descomposición del modelo y el Estado neoliberal no se va a resolver
en el corto plazo, ni con el solo adelanto de elecciones. El factor fundamental de acumulación
estratégica reside en la lucha por una nueva Constitución para refundar la república. Con esa
mira debemos trabajar para que las batallas de hoy se encaminen en esa perspectiva.

La Asamblea Nacional de los Pueblos debe convertirse en el espacio aglutinante de los sectores
sociales, políticos y culturales que se encuentran en pie de lucha. Corresponde su organización
en cada región, provincia y centro de masas, superando la visión y métodos sindicalistas que se
han impuesto de manera burocrática. Junto a ello hay que reconstruir la unidad de la izquierda
y el progresismo con un trabajo de bases y no solo con reuniones en las alturas. La dinámica de
la lucha de clases nos exige una renovación profunda, amplitud de miras, coherencia entre lo
que predicamos y hacemos.

¡Otro Perú es posible, unidos podemos lograrlo!

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