Neoliberalismo, caviarismo y terruqueo

Por: Manuel Guerra

La principal victoria del neoliberalismo no consiste en haber impuesto un modelo económico salvaje para incrementar la tasa de ganancia del capital, o haber relegado al Estado al papel subsidiario del mercado, o haber destruido el tejido social, quitado derechos a los trabajadores, sometiendolos a una inhumana sobreexplotación. Su principal victorria es haber logrado ganar la mente de millones de personas, implantar sus ideas en la sociedad, convertir en sentido común sus valores y su forma de ver las cosas.

A este lavado de cerebro se han destinado miles de millones de dólares, se han utilizado los grandes medios de comunicación, se ha intervenido el sistema educativo, han entrado a tallar fundaciones, becas, financiamiento de investigaciones, se han impuesto narrativas, se ha accionado a través de las redes sociales, la cultura, la industria del entretenimiento, las iglesias y entidades dirigidas a la manipulación espiritual de la gente.

De este modo la ideología neoliberal, sus antivalores y comportamientos se han vuelto hegemónicos en gran parte del planeta. Pero estos antivalores, actuando como los males salidos de la caja de Pandora, han socavado el andamiaje institucional que le ha dado consistencia al capitalismo en 300 años: el Estado-nación, la democracia liberal, el equilibrio de poderes. De este modo, el neoliberalismo se ha convertido en la expresión de la decadencia del capitalismo, de la crisis de sus instituciones, de su degradación y descomposición generalizada.

En el Perú, la ofensiva neoliberal que se inició en los 90 del siglo pasado significó la derrota del conglomerado de la izquierda y el movimiento popular, los que no estaban bien parados tras una década caracterizada por el auge y caída de IU, la experiencia en la gestión de gobiernos municipales y regionales, la arremetida terrorista de Sendero Luminoso, la guerra sucia que se impuso desde el Estado, los efectos del desplome de la ex URSS. Con la ofensiva neoliberal gran parte de las organizaciones de izquierda resultaron diezmadas, las organizaciones gremiales destruidas o debilitadas, los sectores populares, hasta entonces base social de la izquierda, fueron capturados por el discurso demagógico y populista, acompañado del prebendismo, que puso en marcha el fujimorismo.

El fujimontesinismo, que juntó estos elementos demagógicos, populistas y prebendistas, con la corrupción a gran escala, la represión sistemática, el chantaje, el crimen, la violación de los derechos humanos, la intervención de los servicios de inteligencia en las diversas esferas de la vida nacional, se convirtió en el régimen que calzaba con la aplicación del neoliberalismo en el país, y sus objetivos, métodos y forma de hacer política han perdurado a lo largo de los años.

En este contexto se llevó a cabo el trasvase ideológico de determinados sectores de izquierda hacia posiciones neoliberales, en algunos casos de forma desvergonzada y abiertamente reaccionaria; en otros de manera encubierta y vergonzante. De los primeros, el ejemplo más emblemático es el de Fernando Rospigliosi, quien pasó de un izquierdismo radical a pregonero ultraderechista, cancerbero al servicio de los sectores más reaccionarios y colaborador de la CIA. Entre los segundos hay un abanico que va desde sectores que renegaron de la médula revolucionaria del marxismo para abrazar un “socialismo democrático” hasta los que mantienen su izquierdismo como un disfraz para encubrir comportamientos pragmáticos, oportunistas y hasta corruptos.

Entre estos últimos destaca Vladimir Cerrón, personaje del que ya nos hemos ocupado en otra oportunidad. Entonces criticábamos su caudillismo, su megalomanía, su estrechez de miras que lo condujo a disputarle a Castillo la conducción del gobierno y el nombramiento de ministros y funcionarios; su error político al colocar como enemigo principal al sector que denomina “los caviares” en lugar de la derecha neoliberal. No nos imaginábamos lo lejos que llegaría en ese camino. No sospechamos en lo que terminaría convertido. Justificar su contubernio con la ultraderecha mafiosa en el Congreso blandiendo su espada contra “los caviares”, etiqueta en la que ahora engloba a casi todas las organizaciones de izquierda, resultaría cómico si no fuera que lo hace en nombre del marxismo-leninismo y el socialismo. En eso consiste el verdadero daño que causa este personaje, el desprestigio que ocasiona a la izquierda. Que se revuelque en el rango ultraderechista, es su problema. Que lo haga a nombre de la izquierda revolucionaria, no se lo podemos permitir. Hay que quitarle el disfraz, desnudar su pensamiento y acciones, que nada tienen de marxista y mucho de pragmatismo neoliberal combinado con su patológica megalomanía. No está demás mencionar que la cruzada cerronista contra “los caviares”, coincide plenamente, también en este punto, con las posiciones ultraderechistas interesadas en golpear a los sectores de centro derecha y centro izquierda, entre ellos a periodistas, jueces y fiscales que enfrentan a la corrupción, a entidades que enarbolan la defensa de los derechos humanos, defensa medioambiental y el enfoque de género.

Sin embargo, este no es un hecho aislado. Existe otro sector que, asimismo, fabrica una cortina de humo para disimular su oportunismo. Nada mejor que resucitar el fantasma de Sendero Luminoso, colocarlo como enemigo principal para justificar su corrida a la derecha. Tal es el caso de Rolando Breña y su grupo que,han hecho del terruqueo su arma preferida para zanjar diferencias con sus rivales de la izquierda y el movimiento popular. Nada de original tiene este método terruqueador. De él ha hecho y hace uso y abuso la ultraderecha para justificar sus acciones represivas en contra de la izquierda.

Al igual que Cerrón, Breña aún no se despoja del ropaje izquierdista, en este caso usurpando la membresía de Patria Roja. Sus compañeros de aventuras, encaramados en la cúpula del SUTEP, han conducido a este histórico sindicato al abandono de sus principios asumidos bajo el legado del Amauta José Carlos Mariátegui, para rebajarlo al sindicalismo amarillo y colaboracionista con la patronal, triste herencia del sindicalismo aprista. No es casual que Breña y su grupo nada digan en contra de la actual dictadura mafiosa, ni participen en las manifestaciones populares que protestan contra el régimen.

Preocupa que el pragmatismo neoliberal haya penetrado también en otros sectores populares, afectando a sus representaciones, como es el caso de la CITE, CGTP, FEP, CUT, entre otros. El besamaanos que hace pocos días protagonizaron en palacio de gobierno las cúpulas de estos gremios con la fantoche asesina Dina Boluarte, es una evidencia de tal descomposición. Dirigentes que actúan a espaldas de sus bases, que se peroetúan en sus cargos con métodos antidemocráticos, que se coluden con las autoridades a cambio de beneficios personales o de grupo, es evidente que han hecho abandono de los principios y nada tienen de izquierdismo.

Y sin embargo persisten con su maquillaje de izquierda, trafican con el socialismo, pretenden hacerse pasar por comunistas. La recuperación del protagonismo de la izquierda pasa por combatir y desenmascarar a esta manada de oportunistas y traidores, de combatir sin tregua a la ideología neoliberal, sus antivalores y comportamientos, de afirmar los principios socialistas, la ética y el sindicalismo de clase que nos legó el Amauta José Carlos Mariátegui.

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