Por: Manuel Guerra
¿Por qué el interés de Estados Unidos, sus aliados europeos y sus satélites tercermundistas en levantar las banderas de la democracia para cuestionar los resultados electorales en Venezuela? Hablemos claro: lo que menos les interesa es la democracia que pregonan, se trata de derrotar al régimen bolivariano y colocar a uno que se someta a los intereses imperiales, que permita el saqueo de sus recursos y se ponga a disposición de sus manejos geopolíticos. No olvidemos que el imperialismo norteamericano con la complicidad y el aplauso de sus amigotes intentó con métodos nada democráticos, mezclando la acción de mercenarios, y paramilitares con la parafernalia farandulera, de imponer al tristemente célebre Juan Guaidó como presidente de Venezuela.
Larga es la lista de intervenciones armadas, golpes militares promovidos, respaldo a dictadores por parte de Estados Unidos en América Latina y el mundo entero, realizadas bajo la cobertura de la libertad y la democracia. Con ese mismo argumento intentó innumerables ocasiones de asesinar a Fidel Castro, disponer el inhumano bloqueo que lleva más de seis décadas, catalogarlo ahora como país que patrocina el terrorismo para incrementar las dificultades y penurias a la isla; con ese mismo argumento ejerce bloqueo contra Venezuela, se apropia descaradamente de sus finanzas, lleva a cabo una brutal ofensiva mediática que doblega o hace dudar incluso a gente de la izquierda.
¿Por qué estos inmaculados defensores de la democracia no condenan con la misma fuerza al genocidio Israelí contra Palestina? ¿Por qué no exigen que se respete las votaciones de la ONU que todos los años se pronuncian en contra del bloqueo a Cuba? ¿Ahí no vale la democracia?
No seamos ingenuos, en América Latina, como en todo el globo, se lleva a cabo una enconada y despiadada disputa entre unipolaridad y multipolaridad, soberanía y dependencia, defensa y saqueo de los recursos naturales, democracia (verdadera) y autoritarismo, atraso y desarrollo, guerra y paz, socialismo y capitalismo. La cuestión de fondo es la decadencia y declive del imperialismo norteamericano que pretende mantener su vigencia desde posiciones de fuerza, cada vez más agresivas, y la emergencia de China y otras potencias, situación que lleva a una reconfiguración mundial.
La lucha de clases (categoría que determinados sectores proclaman obsoleta) se manifiesta en toda su magnitud, tanto a escala nacional, como internacional. No es casual, desde el lado de la derecha, el fortalecimiento de posiciones autoritarias, fascistas, racistas, intolerantes, que pugnan por ganar posiciones de gobierno e intervienen activamente fuera de las fronteras nacionales. Tampoco es casual que desde la izquierda se accione en sentido contrario. En esta disputa, quienes pretenden ubicarse al centro esgrimiendo argumentos puristas, dan un espectáculo penoso y terminan favoreciendo a los planes reaccionarios. La socialdemocracia se ha ganado buena experiencia en estos devaneos y determinados sectores “progresistas” les siguen los pasos.
Si nos colocamos de manera quijotesca en la defensa de la “democracia” en abstracto, sin considerar el contexto, lo que está en juego, los intereses, los poderes que intervienen, las armas que se usan, inexorablemente cometeremos errores. Es indudable que en las experiencias de gobierno de la izquierda y el progresismo se cometen errores y la crítica es válida e indispensable; pero se critica desde dentro y no desde el balcón. Hay que tomar partido, involucrarse en la lucha de clases, participar en las innumerables batallas que se libran entre quienes pretenden la permanencia del status quo y quienes aspiramos y trabajamos por un mundo nuevo.