Crisis Política y Perspectiva

¡QUE SE VAYAN TODOS! ¡NUEVA CONSTITUCION!

Alberto Moreno Rojas

Ha ocurrido lo que era previsible, pero de una manera inesperada. Por algún lado tenía que reventar la olla. Y reventó con el golpe de Estado perpetrado por Pedro Castillo entregándole su cabeza en bandeja de plata a la derecha parapetada en el Congreso, sin más ruido y agitación que las palabras temblorosas de un presidente abrumado por la medianía y la soledad. Ni corta ni perezosa esta derecha angurrienta cumplió con el rito de su vacancia y eligió a su sucesora.

“Palabra de maestro” fue parte de su promesa electoral. Promesa que nunca cumplió ni podía cumplir.
Es verdad que fue acosado apenas se instaló en palacio de gobierno. Acosado sin tregua y en todas las formas por una derecha que no estaba dispuesta a tolerarlo. Pero debían entender -él y el partido político que lo catapultó al gobierno- que en el lapso de 5 años habíamos tenido cinco presidentes, incluido un golpista efímero. Y debía haber percibido, también, que la derecha criolla jamás le haría concesiones ni lo trataría con guantes de seda.

Es la ley de la lucha de clases, en especial en un país como el nuestro de larga tradición conservadora, aristocrática y excluyente.

El fujimorismo no había sido tolerante con Kuczinsky, abanderado del neoliberalismo, menos lo sería con quien prometía nueva constitución sin entender su precaria correlación de fuerzas ni tener idea de qué país se proponía alcanzar. Es que había llegado al gobierno por azar, con un padrinazgo cuya mirada terminaba en la tienda de enfrente. De allí el rosario de errores, corruptelas, prebendismo, demagogia y promesas incumplidas, que poco o nada tiene que ver con un gobierno consecuente de izquierda.
No es que la derecha tuviera la virtud de la inteligencia. Menos de una práctica democrática. La vacancia de Pedro Castillo se convirtió en su obsesión. En su programa máximo y mínimo. No le importó generar una crisis en la gobernanza del país acompañada de una prensa de su misma catadura ni ganarse el rechazo de la población. Un Congreso Nacional con menos del 10 por ciento de simpatía ciudadana, no es precisamente señal de democracia ni legitimidad. Pero eso es lo que tenemos.

Más allá de la vacancia de Pedro Castillo, la crisis que nos agobia en la coyuntura, no ha terminado. La victoria de la derecha con el concurso de congresistas que se decían fieles seguidores del castillismo, como el innombrable Edgar Tello, de las filas del MOVADEV y visitante asiduo de la embajada norteamericana, es frágil y puede tornarse efímera.

En efecto, la presidenta Boluarte acaba de anunciar el adelanto de elecciones, que
desmiente su discurso de instalación. Lo que parecía duradero, se esfuma bajo la
presión de crecientes sectores de la población que toman las calles para hacerse
escuchar, con costes de vidas jóvenes que no se debe olvidar.

¡Cierren el Congreso, adelanto de elecciones! ¡Nueva Constitución! Son consignas
que se abren paso en las calles del Perú. El pueblo peruano está harto de un
Parlamento dispendioso como inútil y corrupto, como está cansado de presidentes
incapaces e inmorales. Quiere un cambio de rumbo, que otro Perú sea posible. Es
una aspiración, una expectativa hasta ahora frustrada.

Es verdad que es un movimiento inicial y espontáneo, que se irá extendiendo por
todo el país. Es verdad, también, que su horizonte todavía es limitado: ¡que se vayan
todos! ¿Y después, qué? Este es el nuevo problema colocado sobre la mesa. Sí,
¿después, qué?

El resultado final puede ser volver a lo mismo con pequeños aditamentos nuevos,
con parches para que al final todo siga igual. Es una posibilidad que hay que tomar
en cuenta. Todo dependerá de la correlación de fuerzas que se construya desde el
lado popular, democrático y patriótico; de contar con una izquierda madura con
visión de gobierno; de saldar cuentas con la estrechez de aldea y la mirada corta hoy
dominante, de aprender la lección con rapidez para no fallarle otra vez al pueblo y
pervertir su derecho a la esperanza.

Si la derecha, en ausencia de una alternativa popular confiable, y como resultado del
descrédito dejado por el gobierno vacado vuelve a ganar las elecciones -es una
posibilidad que no hay que perder de vista y que la derecha calcula con entusiasmoaun
así, en ese extremo, la insurgencia popular habrá iniciado un nuevo capítulo,
habrá sentado las bases para avanzar en serio hacia una nueva Constitución y cerrar
el ciclo funesto que representa el neoliberalismo.

Es a ellas que debemos consagrar nuestros esfuerzos. Volver a la consigna ¡todo con
las masas, nada sin ellas! Construir una corriente política solvente, renovada,
moralmente consistente, capaz de articular todas las formas de lucha y organización
popular y de atreverse a confrontar y ganar la lucha de ideas. Devolver a la política
de izquierda su sentido ético, humano, de servicio. Desterrar el patrimonialismo y
la prebenda como norma de conducta. Prepararse para gobernar de cara al pueblo y
con visión de futuro.

Porque el problema de fondo, la naturaleza de la crisis que padece el Perú, que se
oculta o no se quiere ver, es la crisis del proyecto neoliberal y su Constitución de
1993, en cuyo centro está el Estado subsidiario que ésta consagra. Y más allá aún: la
crisis histórica que arrastramos desde la fundación de la república, como una
maldición que nos impide construirnos como país soberano, integrado, desarrollado,
moralmente regenerado. Hoy adquiere mayor actualidad la tarea de refundar la
república.

Compartir:

Facebook
Twitter
LinkedIn