Alberto Moreno, una vida dedicada a la revolución

ALBERTO MORENO ROJAS, UNA VIDA DEDICADA A LA REVOLUCIÓN Y EL SOCIALISMO

MENSAJE DEL COMITÉ CENTRAL EN RECONOCIMIENTO A LA TRAYECTORIA DEL CAMARADA ALBERTO MORENO ROJAS

Nuestro Partido rechaza el culto a la personalidad, es decir la sobrevaloración del individuo en detrimento de lo colectivo, del papel que juegan las masas en los procesos históricos. Pero no negamos el valor de los liderazgos que en determinadas circunstancias sintetizan la sabiduría colectiva, asumen un rol de grandes conductores, señalan el rumbo con clarividencia, se inmiscuyen e imprimen su sello en el camino de la transformación. Valorar su contribución, reconocer sus méritos, aprender de su experiencia, seguir su ejemplo, es una cuestión ineludible para quienes dedicamos nuestras vidas a la grandiosa tarea de liberación de los oprimidos.

Tal es el sentido de este acto dedicado conmemorar el nacimiento del Amauta José Carlos Mariátegui, y a valorar la trayectoria del camarada Alberto Moreno Rojas del Río, presidente de nuestro Partido y reconocido dirigente de la izquierda peruana.
Alberto Moreno empezó a jugar un papel decisivo en el Partido desde la VI Conferencia Nacional, llevada a cabo en el año 1969, evento que representó la culminación de un periodo tortuoso y complejo de contradicciones internas que condujeron a la división del Partido en el año 1964. La VI Conferencia Nacional marca un hito importante, pues significó el inicio de una fase de su reconstrucción, combatiendo las tesis dogmáticas de Saturnino Paredes, para retomar el pensamiento del fundador del Partido, José Carlos Mariátegui, en la búsqueda de respuestas propias a los problemas de la revolución peruana.

La difícil situación por la que atravesaba el Partido en la segunda mitad del siglo XX, y que terminó en su división, tiene como causa fundamental precisamente el abandono del fecundo pensamiento del Amauta, evidenciando, por parte de su conducción, serias limitaciones para entender el complejo escenario de la lucha de clases y enfrentar los grandes cambios y desafíos que se desarrollaron en el país, como fue el proceso de modernización capitalista articulado a los efectos de la Guerra de Corea; las grandes olas migratorias ocasionadas por la secular crisis agraria, el crecimiento del proletariado, de los trabajadores del Estado y de servicios. Todo ello, en un contexto mundial marcado por la Guerra Fría que sucedió a la II Guerra Mundial.

El triunfo de la Revolución China y la posterior polémica y ruptura entre el Partido Comunista de China y el Partido Comunista de la Unión Soviética, tuvo un fuerte impacto en nuestro Partido y se constituyó como elemento catalizador de las contradicciones internas que desembocaron en la ruptura, proceso que no estuvo ajeno a alineamientos dogmáticos que impedían pensar con cabeza propia.

La VI Conferencia Nacional encontró al Partido diezmado, reducido a un pequeño núcleo de militantes jóvenes. Alberto Moreno, elegido Secretario General, al frente de este contingente jugó un papel decisivo en el proceso de reconstrucción partidaria. Bajo su conducción, asumiendo el lema ¡A las masas!, ¡Todo con las masas, nada sin ellas!, el reducido número de militantes, dotados de una profunda convicción y voluntad a toda prueba, fueron al encuentro con las masas, se comprometieron con sus luchas, se diseminaron por el territorio nacional para construir el Partido en el proletariado minero, el campesinado, el movimiento estudiantil, barrial y magisterial, en el conjunto de sectores populares.

Este esfuerzo teórico, organizativo, político y de masas, se consolidó con la VII Conferencia Nacional realizada en 1972, evento que tomó la decisión de mantener la independencia de clase respecto al gobierno de Velasco Alvarado, ir a las masas básicas de la producción y persistir en el camino de la revolución. En 1972, en la ciudad del Cusco, se funda el SUTEP con la participación decisiva del
Partido, eligiéndose a Horacio Zeballos como su primer secretario general. Durante la segunda mitad de los 70 en el Perú se desarrolló un poderoso movimiento popular, en combate a la dictadura militar de Morales Bermúdez. Las masas en ascenso escribieron gloriosas páginas de lucha, demostrando gran
espíritu de sacrificio, solidaridad, creatividad. Al mismo tiempo que los sindicatos y gremios del campo y la ciudad se manifestaban a través de paros, huelgas y movilizaciones, otros sectores del pueblo crearon formas inéditas de organización, como las asambleas populares, los frentes de defensa y las rondas campesinas, que cobraron protagonismo y jugaron un papel decisivo en ese periodo.

Al camarada Alberto Moreno le corresponde el mérito de ser el primero en vislumbrar, entender y valorar a estas nuevas organizaciones populares. Los frutos de este hallazgo están contenidos en su folleto Democracia directa y estrategia revolucionaria, publicado en enero de 1984, en el que las define como
expresiones de democracia directa y embriones de poder popular, señalando que estas características las diferencian radicalmente de los sindicatos y les otorgan un valor estratégico, pues prefiguran los elementos vitales de la nueva sociedad a construir, tal como en su momento lo hicieron los soviets en la Rusia revolucionaria.

Derrotada, la dictadura militar se vio obligada a la retirada a través de la convocatoria a la Asamblea Constituyente y las elecciones generales de 1980, lo que significó para el Partido y el conjunto de la izquierda ingresar a un escenario para el cual no estuvieron suficientemente preparados, puesto que durante la década anterior se habían manifestado básicamente en la esfera de la oposición
y convencidos de la revolución inminente. El camarada Moreno asumió, asimismo, la responsabilidad de conducir al Partido en su adaptación a las nuevas condiciones, proceso que no fue fácil ni sencillo, debiendo enfrentar manifestaciones de izquierdismo y reformismo. Para hacer frente a la lucha
electoral, con la participación del Partido se constituyó el ARI, de efímera duración, se fundó UNIR y luego Izquierda Unida, que fue el punto culminante de la acumulación de la izquierda, iniciada en décadas anteriores.

La década de los 80, sin embargo, se constituyó en un escenario de alta complejidad que el Partido y la izquierda no supieron responder con la solvencia que se requería. Beneficiada de la acumulación lograda en la década anterior, la izquierda se convirtió en la segunda fuerza electoral del país y logró conquistar
una abultada bancada parlamentaria y decenas de gobiernos municipales y regionales. Se reveló entonces su falta de preparación para gobernar y se hicieron presentes, con honrosas excepciones, las limitaciones en la labor parlamentaria y en la gestión de los gobiernos subnacionales. Por otra parte, las
acciones terroristas iniciadas por Sendero Luminoso en 1980, tomando el nombre de Mariátegui y de Mao Zedong y usurpando el nombre y simbología del Partido Comunista, brindaron la oportunidad a la derecha para demonizar a los comunistas y perseguir al conjunto de la izquierda. La izquierda y el movimiento popular se encontraron atrapados entre dos fuegos: el de Sendero Luminoso que se dedicó a asesinar a militantes de izquierda, dirigentes populares y campesinos inocentes, por considerarlos contrarrevolucionarios; y el que provino del Estado que puso en marcha la guerra sucia y que colocó en la mira a estos mismos sectores, considerándolos terroristas o cómplices del terrorismo.

Alberto Moreno guio al Partido en este complicado escenario. Como consta en el testimonio que rindió ante la Comisión de la Verdad, que posteriormente investigó estos hechos, el Partido tuvo claridad desde un inicio sobre el carácter terrorista de Sendero Luminoso, deslindó con sus tesis aberrantes que
supuestamente se sustentaban en el marxismo-leninismo, el pensamiento de Mao Zedong y de Mariátegui y lo combatió desde la base. Las rondas campesinas del norte del país, en las que el Partido tuvo una marcada influencia se constituyeron en una barrera para Sendero Luminoso. No en vano este grupo terrorista consideró a Patria Roja como su enemigo principal en el movimiento popular, lo calificó como un obstáculo a sus planes y se dedicó a asesinar a sus militantes.

La situación se agravó con la división de Izquierda Unida, responsabilidad de la estrechez de miras de sus propios protagonistas que echaron por la borda esta gran experiencia al privilegiar las disputas ideológicas, el control de las dirigencias sindicales y populares, las cuotas de representación electoral, antes que el proyecto de país a construir y los objetivos de largo aliento. Lo mismo ocurrió con la Asamblea Popular de Villa El Salvador, el otro importante esfuerzo de aglutinamiento de los sectores populares, que colapsó en el mismo momento de su inauguración. El derrumbe de la ex URSS y su aprovechamiento para la ofensiva reaccionaria desatada a nivel mundial, fue, asimismo, un duro golpe que contribuyó al debilitamiento de la izquierda peruana. Todo ello, y el hecho de que el movimiento popular se hallaba en una situación de declive, allanaron el terreno para que la ofensiva neoliberal que se inició en los 90, se impusiera en el país sin mayores resistencias.

En estas difíciles circunstancias, en las que se vivió una especie de rompan filas en gran parte de sectores de la izquierda, cuando muchos empezaron a cuestionarse sus ideales y algunos renegaron del marxismo y el socialismo, nuevamente cobró protagonismo el papel de Alberto Moreno, quien insistió que el Partido debería mantener en alto las banderas socialistas, la firmeza en su identidad y sus principios; desarrollando una intensa campaña para motivar a la militancia, darle confianza, llamando a mantener la serenidad en medio de la tormenta, convenciéndonos que mientras más oscura es la noche, más cerca está el amanecer. Ciertamente, el Partido resistió la tormenta, a pesar de las dificultades y los golpes recibidos, mantuvo lo fundamental de sus estructuras. Al evaluar el impacto de la ofensiva neoliberal, Alberto Moreno señaló que el Partido había sufrido una derrota de largas consecuencias. No solo había sido diezmada la izquierda; también se había destruido el tejido social. Pero lo más grave era que el neoliberalismo nos había asestado una derrota de carácter ideológico, imponiendo sus valores asistencialistas, individualistas y pragmáticos, logrando convertirlos en sentido común. En términos políticos, el fujimorismo logró asentarse en los sectores populares, otrora bastiones de la izquierda,
dando inicio a métodos dictatoriales y corruptos que se han prolongado por más de tres décadas y han llevado a la actual descomposición del sistema político peruano.

En este contexto, Alberto Moreno realizó una gran contribución a la teoría del Partido: La estrategia del nuevo Curso, que parte de la constatación de que la actual correlación de clases en el Perú no es favorable a una salida revolucionaria inmediata. Se trata entonces de asumir una fase de transición y aproximación al objetivo socialista, construir una corriente que cierre el ciclo neoliberal, encare
los problemas irresueltos a lo largo de la república y abra un nuevo rumbo a nuestra patria. En concordancia con ello, el Nuevo Curso plantea la refundación de la república sobre la base de una nueva Constitución, la necesidad de contar con un proyecto nacional que coloque al país de cara a los grandes retos del presente siglo, un gobierno democrático, patriótico, de justicia social y regeneración moral. El Nuevo Curso ha permitido la reubicación del Partido en las nuevas condiciones y sus ejes señalados van siendo asumidos por el conjunto de la izquierda y los sectores populares.

Tiene una importancia de primer orden la contribución del camarada Moreno a la teoría de construcción del Partido, la afirmación de sus principios marxistas leninistas y mariateguistas, que se expresan en el Estatuto, la línea básica, los 8 principios fundamentales, la estrategia de las tres acumulaciones, entre otros. Asimismo, su contribución teórica acerca de los problemas nacionales y las luchas populares se han convertido en patrimonio de la izquierda y el conjunto de nuestro pueblo.

En el largo proceso de su construcción nuestro Partido ha tenido aciertos y errores. En los problemas que afectan a la izquierda en el presente, tenemos nuestra cuota de responsabilidad. En este punto también el camarada Moreno nos da ejemplo de autocrítica, insistiendo que solo a través de la autoevaluación y el reconocimiento de los errores y limitaciones, podemos ser mejores, afirmando lo positivo y superando lo negativo. En los informes políticos del VIII y XIX congresos nacionales, el camarada Moreno realiza una profunda autocrítica del Partido y de sus propias responsabilidades.

La actual situación del Partido no es la mejor. Tenemos errores que se han acumulado a lo largo de los años, que no han sido superados. El espontaneísmo que coloca al Partido a rastras del movimiento, lesionando su labor de conducción política; el burocratismo que nos aleja de las masas; el formalismo que divorcia la teoría de la práctica; el subjetivismo, que impide partir de la realidad; el sectarismo, que atenta contra la unidad; son obstáculos que debemos vencer para estar a la altura de los desafíos de la lucha de clases.

Aspiramos a convertirnos en un Partido Revolucionario de Masas, un Partido grande, influyente, enraizado en los sectores populares; la vanguardia que el pueblo, la patria, la revolución y el socialismo nos demandan. Con esa mira, bajo la conducción de nuestro presidente, el camarada Alberto Moreno, estamos ahora empeñados en llevar a cabo el reordenamiento partidario, que implica un cambio drástico para la superación de los errores señalados. Tenemos confianza en el porvenir del Partido, en la recuperación de la izquierda y en la capacidad de lucha y protagonismo del pueblo peruano. ¡Gran unidad para el gran cambio!, con esta consigna acuñada por el camarada Moreno, nuestro Partido está abocado a la construcción de una correlación política, social y cultural, necesaria para cerrar un ciclo de oprobio y abrir uno nuevo en la historia patria.

No hay mejor manera de rendir tributo al Amauta José Carlos Mariátegui que asimilar su pensamiento, su ejemplo, la ética y honestidad intelectual con que asumió la política. Creación heroica, esta frase sintetiza la manera cómo Mariátegui asumió el marxismo: es decir, como concepción del mundo, como método para interpretar nuestra realidad y como praxis revolucionaria. Somos testigos que la trayectoria política de Alberto Moreno ha consistido en un esfuerzo permanente de continuar el camino abierto por el Amauta, asumir el proceso de la revolución peruana y el objetivo socialista como creación heroica,
en búsqueda incesante de las respuestas a los problemas surgidos de nuestra realidad.

En Comité Central, a nombre de todo el Partido, rinde este merecido homenaje al camarada Alberto Moreno Rojas del Río, reconoce su gran contribución a nuestra organización, a la izquierda y el movimiento popular; valora su entrega, consecuencia, su personalidad que no conoce la arrogancia, su espíritu solidario, siempre dispuesto a ayudar a los que lo necesitan, aun a costa de su propio bienestar, su convicción unitaria, su férrea voluntad en la defensa de los principios, su afán por estar siempre con las bases del Partido, comprometido con los intereses de las masas y los destinos de la patria.

¡LARGA VIDA AL CAMARADA ALBERTO MORENO ROJAS!

¡VIVA EL AMAUTA JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI!

¡VIVA EL PARTIDO COMUNISTA DEL PERÚ – PATRIA ROJA!

¡VIVA EL SOCIALISMO!

¡VIVA EL PERÚ!

COMITÉ CENTRAL

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